14 noviembre, 2018
La Unión Europea y Reino Unido alcanzaron ayer un preacuerdo para el Brexit tras dos años de negociación. El texto actual, que todavía debe ser aprobado en un polarizado Parlamento británico, recoge una de las principales reivindicaciones del sector turístico. En concreto, la Unión Europea se compromete a no exigir un visado a los turistas británicos a cambio de que Reino Unido haga lo mismo con los visitantes de los 27 países del bloque comunitario.
“El mensaje básico aquí es que haremos lo mismo que usted hace a los demás”, afirmó el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmerman, en relación a las medidas anunciadas desde Londres como no exigir un visado a ciudadanos de la Uniòn Europea que decidan realizar viajes de corta duración en su país.
Esta exención de visado se aplicaría para estancias de corta duración (menos de 90 días). Entre estas se encuentran, fundamentalmente, los viajes turísticos o de negocios. De esta forma, se lograría esquivar un trámite burocrático que amenazaba con convertirse en un lastre para la llegada de turistas del principal mercado turístico español. Y es que para obtener este visado es necesario cubrir un formulario de tres páginas, pagar unos 60 euros y esperar seis semanas a recibirlo.
En el caso de exigir los visados se pondría fin a la opción de los viajes de última hora y voces del sector turístico alertaban de que esta medida podría acelerar el trasvase de turistas que ya se está produciendo hacia destinos emergentes como Túnez, Egipto o Turquía. Algo que supondría un golpe para un sector turístico que encuentra en las islas británicas uno de sus principales motores. No en vano, 18,8 de los 81,9 millones de visitantes extranjeros que acudieron a España a lo largo del año pasado tenían nacionalidad británica. Es el país que más turistas aporta, seguido de Alemania (11,9 millones).
El preacuerdo firmado entre las autoridades británicas y europeas no es definitivo. El documento debe ser aprobado todavía por el Ejecutivo británico y por un Parlamento británico en el que el Partido Conservador debe sumar los apoyos de los diez diputados del Partido Democrático Unionista de Irlanda del Norte, que avanzaron se opondrán al actual preacuerdo.