22 junio, 2021
Ha visitado países tan singulares como Chad y Sudán y ha vivido experiencias tan bizarras como degustar carne de murciélago en Vanuatu y tener una charla futbolera en la conflictiva frontera de Turkmenistán. Isaac Martín, que gestiona junto a su mujer Paula Bello el blog de viajes Chavetas, puede decir que ha estado ya en 71 países repartidos por los cinco continentes. Este emprendedor pasó de trabajar en el ámbito de la ingeniería de caminos, para lo que le habilita su licenciatura universitaria, y de gestionar una constructora en Rumanía a dedicarse a lo que realmente le apasiona: recorrer mundo y exponer, con objetividad y honradez, todas sus experiencias.
-¿Cómo nació el blog Chavetas?
-Chavetas nace del puro ocio. En 2006, un amigo me propuso crear un blog y yo estaba buscando algún modo de comunicarme con mi familia, porque iba a hacer un viaje a Jordania y luego a Birmania y, en aquella época, era más complicado comunicarse. Es por eso por lo que decidimos crear un blog donde colgar fotos que pudieran ver las familias. Funcionó muy bien y lo seguimos haciendo. Entonces no existían las redes sociales.
-Cuando usted creó Chavetas, todavía no vivía como bloguero de viajes.
-Pues no, en absoluto. Yo soy ingeniero de caminos. Trabajé por cuenta ajena y, después, monté una constructora en Rumanía de la que, posteriormente, vendí las acciones a mis socios. Después de hacer un máster en administración de empresas fue cuando decidí lanzarme a la piscina y 2014 es el año que considero como el de la profesionalización de Chavetas, el momento en que decidí intentar vivir de esto y hacer del blog una empresa.
-¿Le aconsejaría a un profesional de la comunicación que hiciera como usted y se lanzara a la piscina con la creación de un blog como Chavetas?
-Yo le diría que, para vivir de esto, más que suerte, lo que se necesita es constancia. Hoy hay muchas posibilidades en internet para generar marca personal y eso es muy importante. Generar ahora mismo un blog desde cero es complejo, porque hay mucha competencia y muchos blogs que ya están muy bien posicionados. Sí que es verdad que, como digo yo, si haces esto, es por pasión, porque te tiene que gustar para tener la perseverancia de seguir durante años.
-Tengo curiosidad, ¿cómo llegó usted a crear una empresa en un país como Rumanía?
-Circunstancias de la vida. Tenía unos socios y, uno de ellos que es muy lanzado, nos propuso la idea de irnos allí porque estaba todo en auge y era un país con unas condiciones muy buenas para invertir.
-Si algo define a Chavetas es la honradez y la sinceridad, de hecho, usted siempre dice que la única condición que le pone a quien lo contrata es contar exactamente lo que ve y percibe, sea bueno o malo.
-Eso es muy importante para mí. Chavetas es mi pasión y quiero que sea mi álbum de recuerdos el día de mañana. Yo siempre digo que me gustaría, algún día, sentarme con Paula, mi mujer, frente a una chimenea en invierno y poder ver nuestras fotos y nuestros textos de los viajes que hicimos años atrás. Tengo muy claro que hay una línea de honestidad e independencia que no podemos perder. La gente nos empezó a seguir y a leer porque contábamos las cosas según pasaban. Son experiencias reales para viajeros reales. Nuestro límite está ahí. Si alguien quiere que hablemos de su hotel o invitarnos a su hotel varios días, nosotros encantados de llegar a un acuerdo, siempre y cuando tengan en cuenta que ellos nos enseñan su producto, pero nos tienen que dejar hacer las cosas como las haría un viajero normal. Nosotros no hacemos publicidad, hacemos marketing de contenidos.
«En Vanuatu, probé una especie de murciélago servido como una codorniz. Tengo que reconocer que estaba riquísimo»
-¿Le han dado alguna vez un toque de atención por ser demasiado sincero?
-Sí que es verdad que esa línea te lleva, a veces, a comentar en Chavetas cosas que no se comentarían si fueras políticamente correcto con todo y sí, me han dado algún toque de atención, incluso por la forma de escribir, porque esto es un blog de viajes y no un producto periodístico, así que escribimos personas que, por decirlo de alguna manera, no somos de lengua.
-¿Puede comentar alguno de esos toques de atención?
-Una vez, en nuestra luna de miel por los mares del Sur, estábamos en un volcán en Vanuatu que se promociona como el más accesible del mundo. Pero claro, lo que no se cuenta es que, cuando anochece, no hay ninguna iluminación. Uno tiene que buscarse la vida y como no tengas un frontal, te pierdes. Ese es el tipo de información que das en un blog y no gusta.
-¿Cuántos países ha visitado?
-Hay mucha gente a la que no le gusta contarlos, pero yo soy de los que los cuentan. Son 71 países, ahora mismo.
-¿Viaja usted siempre con su mujer o lo hace en solitario de vez en cuando?
-Solemos ir juntos, aunque hay algunos que hago yo porque son más singulares. Los singulares, como Chad o Sudán, los suelo hacer yo. Esos viajes singulares son un poco como mi vitamina.
-¿Ha pasado usted miedo en algún destino?
-Miedo no, tensión sí. La frontera de la República Democrática del Congo, por ejemplo, es un lugar que genera tensión, pero quizás es algo mental. No nos llegó a pasar nada. Esos viajes, como dije, me dan mi vitamina anual de aventura, porque yo nací en ese mundo ochentero de Indiana Jones y eso lo llevo en mi ADN. Me gusta buscar todos los años un viaje que tenga un componente de búsqueda de aventura o de expedición. El viaje a Chad fue increíble, montado en un camión y perdido en medio del desierto del Sahara, pero es cierto que nos pasó de todo, con momentos en los que no sabíamos si saldríamos de allí. Ese tipo de cosas que en otro tipo de viajes serían problemas, a mí me gustan.
«Una vez me apunté en un proceso que hizo un japonés para un viaje espacial y mi mujer me dio un par de collejas»
-Es una pena que África viva una situación tan conflictiva porque, de ofrecer más seguridad, sería un destino turístico perfecto.
-Yo siempre diré que África es mi continente y me gustaría seguir conociéndola. Además, presenta muchas diferencias. Tiene zonas musulmanas, el África negra, la zona sahariana…
-Ese interés por los viajes y por descubrir le habrá llevado a usted a tener amplios conocimientos en disciplinas como la historia y la geografía.
-También me documento mucho, pero sí que es cierto que yo, de pequeño, las mejores notas las sacaba en historia y en geografía. Era un apasionado y tenía mi bola del mundo como uno de mis objetos preferidos. De pequeño, supongo que como todos los niños, quería ser astronauta, pero luego tenía esa bola del mundo con la que iba aprendiendo los países, las capitales…
-Un viajero empedernido que de niño quería ser astronauta. ¿Tiene usted la esperanza de poder viajar algún día al espacio ahora que tanto se habla de turismo espacial?
-Una vez me apunté en un proceso que hizo un japonés para un viaje espacial y mi mujer me dio un par de collejas, pero siempre ha sido mi ilusión. Supongo que eso requerirá una preparación y una economía que no sé si tendré algún día.
-Volviendo al tema profesional. Marca usted muy bien la diferencia entre lo que es un blog y lo que es un periódico o un medio de comunicación. ¿Está esa frontera demasiado difusa en la sociedad actual?
-El periodista tiene el gran valor de la veracidad que conlleva comprobar los datos y poner sobre la mesa temas objetivos. Un blog es más subjetivo. Creo que pueden convivir perfectamente. Por otro lado, veo el periodismo más como un tema de comunicación, mientras que el blog es más un tema de marketing de contenidos y personal. Es, por decirlo de alguna manera, la diferencia entre la tercera y la primera persona. Un tercer actor en todo esto es el influencer, pero yo creo que el que tiene un blog de viajes se parece más a un microinfluencer que a toda esa gente que vive del fenómeno fan. El influencer vive del fenómeno fan, de los seguidores que tiene como persona, pero nosotros posicionamos destinos. Nuestra cara no tiene por qué estar delante.
-Supongo que se refiere a que, para usted, es mejor tener 100 lectores y que 90 visiten un destino que recomienda, que tener 1.000 y que sólo lo visiten 10.
-Estoy convencido de que, a la gente que lee Chavetas, la influenciamos mucho más que una persona que va a un destino y saca las fotos de turno, aunque lo hacen muy bien y, a veces, hasta eligen la ropa para lograr la foto perfecta. Esto no es una crítica, porque hay gente muy preparada y que lo hace muy bien, pero yo sigo convencido de que la prescripción de destinos desde el punto de vista práctico sigue funcionando.
«Necesito mi vitamina de aventura. Nací en ese mundo ochentero de Indiana Jones y eso lo llevo en mi ADN»
-Tuvo mucha trascendencia una polémica desatada después de que el dueño de un restaurante criticara en redes a dos influencers que pretendían comer gratis en su establecimiento a cambio de una buena reseña. ¿Qué opina al respecto?
-Creo que hubo dos errores. Uno por parte de los influencers, que no supieron comunicar bien lo que querían hacer y en qué consiste su trabajo, y otro por parte del dueño del restaurante que, aunque a lo mejor consiguió publicidad por su respuesta, no vio las posibilidades que tenía. Los influencers ofrecen visibilidad y relevancia a un lugar y es eso por lo que cobran. En este caso se lo ofrecían en especias, como se suele decir. A mí me pareció una mala respuesta, porque al menos debería haberse planteado el retorno que podría tener con eso. Por otra parte, el problema de muchos influencers es que se meten en esto sin darle una dosis de profesionalidad a lo que hacen.
-Volviendo a sus viajes. De todos los destinos que ha visitado, ¿cuál ha sido el que más le ha impactado?
-No me voy a quedar sólo con uno, porque hay dos que me marcaron mucho. Uno es la Antártida, ya no sólo por el viaje en sí, que es espectacular, sino por el momento en el que lo hice, en 2009, que fue el año en que dejé mi trabajo por cuenta ajena y tuve un cambio personal en mi vida, de pareja. Por ese punto de inflexión que representa en mi vida, lo tendré siempre grabado. Fue un viaje conmigo mismo, más interior que de destino. El segundo, por el viajazo que es, es el que Paula y yo hicimos en nuestra luna de miel a los mares del Sur. Empezamos en Estados Unidos, en California, y luego visitamos Vanuatu, Salomón, Fiji, Tuvalu, Samoa, Kiribati, Australia… Y al final, nos fuimos a Japón unos días. Realmente fue una vuelta al mundo.
-¿A qué país o lugar que no ha visitado le gustaría viajar antes de morirse?
-A muchos, pero voy a darte una respuesta que a lo mejor no se adapta del todo a la pregunta. Yo suelo decir que, para mí, el mejor momento de un viaje es la vuelta al hogar, especialmente cuando voy a esos lugares singulares o diferentes. Desde que tengo a mi hija pequeña, que tiene ahora 3 años, eso se ha acentuado más. Te voy a poner un ejemplo que muestra a qué me refiero. Una vez, estaba sentado en un monasterio con el Everest delante. Era una escena idílica y, sin embargo, el sentimiento que tuve fue de soledad. Era un momento que quería compartir y no tenía con quién. Llegó un momento de ese viaje en que lo único que quería era volver y eso que estaba en el Tíbet.
-¿Qué es lo más raro que ha comido en sus viajes?
-En Vanuatu probé una especie de murciélago, servido como una codorniz. Tengo que reconocer que estaba riquísimo y también quiero precisar que no es un animal en peligro de extinción, que hoy en día todo hay que decirlo. Yo lo pruebo todo. En Islandia hay una cosa muy asquerosa, que es la cola de tiburón. Es como carne podrida y fue quizás la comida que menos me gustó.
«Chavetas es mi pasión y quiero que sea mi álbum de recuerdos el día de mañana»
-Usted, como coruñés viajero, ¿qué conocimiento diría que hay de su ciudad y de Galicia en los países que visita?
-Escaso. Si acaso en la época dorada del Dépor sí que había gente que sabía que en España hay una ciudad que se llama A Coruña. Lo normal en muchos sitios es que digas que eres de Galicia y la gente no tenga ni idea de dónde está. Con el fútbol sí que se genera mucha empatía. En algunas fronteras, como la de Turkmenistán, pasamos el tiempo hablando del Madrid y del Barça. Es necesario que el Dépor suba porque si no lo hace vamos a perder una gran valedor para la ciudad.