10 agosto, 2022
El cierre del espacio aéreo de la mayoría de los países europeos para los aviones procedentes de Rusia no está impidiendo que los habitantes del país que dirige Vladimir Putin sigan haciendo turismo o, al menos, eso sostiene la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, que ha enviado un mensaje contundente a través de la red social Twitter en el que llama a los gobiernos a «poner fin al turismo desde Rusia ahora».
Para justificar su mensaje, la primera ministra estonia recalca que viajar a otros países no debe considerarse un derecho fundamental, lo que permite que los gobiernos impidan la entrada de cualquier viajero procedente de Rusia llegado con el único ánimo de hacer turismo. Para hacer efectivo este veto, Kaja Kallas, reclama que los gobiernos de los países que forman parte del Espacio Schengen dejen de emitir visados para ciudadanos rusos.
«Dejen de emitir visados de turista a los rusos. Visitar Europa es un privilegio, no un derecho humano. Los viajes aéreos desde Rusia están cerrados, lo que significa que si los países Schengen emiten visados, son los vecinos de Rusia los que llevan la carga», expone en su tuit la primera ministra Kallas, en alusión a que, al no poder viajar en avión, los rusos visitan aquellos países más próximos a sus fronteras, como es el caso de Finlandia y de la propia Estonia.
Cuando Rusia acogió el Mundial de Fútbol en el verano de 2018, con la llegada de multitud de aficionados de todo el planeta, nadie sospechaba que el país se encontraría, a día de hoy, prácticamente cerrado al turismo debido a la guerra de Ucrania. La invasión ordenada por Vladimir Putin ha truncado el crecimiento económico de una potencia militar que comenzaba también a serlo en el ámbito del turismo, algo que había conseguido fruto de la combinación de unos atractivos con los que ya contaba y de la apertura internacional que se inició con la caída de la Unión Soviética y que, poco a poco pero sin pausa, fue creciendo hasta el momento actual que, en lo referente a la conexión con el exterior, supone todo un regreso al pasado.
La invasión de Ucrania ordenada por Vladimir Putin ha truncado el crecimiento económico de una potencia militar que comenzaba también a serlo en el ámbito del turismo
Cuentan los mismos rusos que temen no encontrar en el supermercado los productos que buscan para alimentarse y que ven cómo los locales de las grandes marcas occidentales están cerrados a cal y canto que pocas imágenes ilustran mejor lo que está ocurriendo en su país como las de recintos como la Plaza de Roja de Moscú y la Plaza del Palacio de San Petersburgo completamente vacíos de turistas. Lo mismo ocurre en las terrazas, a la entrada de los hoteles y en las tiendas souvenirs en las que, hasta hace poco más de un mes, los visitantes compraban todo tipo de artículos con la imagen de Vladimir Putin, un dirigente que, para los gobiernos y para muchos ciudadanos de Europa Occidental y de Estados Unidos, ha pasado de ser un personaje peculiar y excéntrico a representar la mismísima encarnación del mal.
A nivel institucional, la guerra de Ucrania también ha supuesto un duro golpe para el sector turístico de Rusia, que ya no forma parte de la OMT. La delegación de este país anunció su retirada del organismo de Naciones Unidas antes de que sus miembros decidieran su suspensión durante la primera sesión extraordinaria de la Asamblea General celebrada en Madrid. Pese a que la retirada voluntaria de la OMT manifestada por Rusia no se materializaría hasta un año después de la comunicación oficial, la decisión adoptada por dos tercios de los estados que componen el organismo tiene efecto inmediato, por lo que este país ya no puede ejercer los derechos ni disfrutar de los privilegios con los que contaba hasta el momento.