3 julio, 2019
PABLO LÓPEZ /
Sus 98.000 seguidores en Instagram han convertido a la barcelonesa Carolina Ferrer en una de las influencers gastronómicas más importantes de España. Fotógrafa, amante de la cocina y viajera, la autora del blog La cocina de Carolina explica que es posible vivir de la promoción de las gastronomía en internet, aunque recalca que, para ello, es imprescindible cuidar la calidad de las imágenes que se comparten y ofrecer información fiable.
-¿Cómo llegó usted a ser una influencer gastronómica tan importante?
-La verdad es que un poco sin querer. Creo que empecé en el momento apropiado y pasaron una serie de cosas que me vinieron muy bien, como que Instagram, en su perfil oficial, publicara una entrevista conmigo. Una vez se empieza en esto, eso sí, es necesario mucho trabajo, renovarse cada día y, sobre todo, hacer buenas fotografías.
-¿Qué hay que tener en cuenta para sacar una buena fotografía gastronómica para Instagram?
-Es muy importante la luz. Una foto de un plato espectacular en un restaurante con Estrella Michelín puede estropearse si está bajo un mal foco. Yo solo publico en Instagram fotografías que saco de día y con luz natural, a poder ser, cerca de una ventana. También es importante apartar los elementos que molesten, como pueden ser una taza de café o un azucarillo. Yo he llegado a quitar el plato de la mesa y ponerlo en el suelo porque la mesa no me gustaba o estaba llena de cosas o porque el suelo me gustaba más.
-¿Qué le parece que algunos restaurantes inviten a clientes en función del número de seguidores que tengan en Instagram?
-Cada uno que haga lo que quiera. En realidad, está bien. Al final, una cuenta con muchos seguidores es una ventana para promocionarse. En todo caso, a mí me han ofrecido comida gratis y, muchas veces, he dicho que no, porque yo cuido mucho la fotografía. No se trata de sacar un simple selfie a cambio de una invitación. Para mí, ir a un restaurante es un trabajo. Por supuesto, me han invitado en restaurantes, pero siempre con un trabajo detrás.
«He llegado a quitar el plato de la mesa y ponerlo en el suelo porque la mesa no me gustaba o estaba llena de cosas o porque el suelo me gustaba más»
-¿Son fiables las críticas de restaurantes en páginas de internet?
-Eso va con el sentido común. Yo consulto páginas como la de Trip Advisor. Creo que, muchas veces, se puede distinguir claramente entre las críticas que son fiables y las que no. A mí, mis seguidores me conocen y saben que se pueden fiar. Eso sí, yo las críticas malas solo las hago en privado. Si no como bien, puedo decir otra cosa, como que la decoración es bonita, o directamente no decir nada. Una vez nos invitaron a mi familia y a mí a un restaurante muy caro que no me gustó nada y solo hablé de lo rico que estaba un cóctel que tomé.
-¿Cuál fue el plato que más le sorprendió?
-Hace poco, en el restaurante Be So del hotel Princesa Sofía de Barcelona, trajeron como chef a Diego Guerrero, que cocinó junto a Carles Tejedor y preparó un postre espectacular, con algodón de azúcar como el de las ferias y con un trampantojo de maíz hecho de helado. El helado se envolvía con el algodón de azúcar y se comía como un bocadillo. Ya nos había avisado el chef que era un postre para chuparse los dedos, literalmente.
-¿Y qué plato tuvo más likes en su cuenta de Instagram?
-Una tarta de manzana que hice yo. La verdad es que a la gente le gusta bastante lo que hago y mucha me sigue por mis recetas. Supongo que valoran el factor humano de la cocina.
«Una vez nos invitaron a mi familia y a mí a un restaurante muy caro que no me gustó nada y solo hablé de lo rico que estaba un cóctel que tomé»
-¿Recuerda algún restaurante del norte de España que le gustara especialmente?
-En Galicia, en Fisterra, comí en el Tira do cordel, que me encantó. La lubina estaba espectacular. También me gustaron mucho Casa Marcelo, en Santiago de Compostela, y Azurmendi, en Vizcaya. En Barcelona, me gusta el Pakta.
-Usted ha viajado mucho para ampliar sus horizontes gastronómicos.
-Tengo que decir que como en España no se come en ningún sitio, pero se come bien en muchos sitios. En Turquía, por ejemplo, recuerdo haber disfrutado muchísimo comiendo y, además, con comida que no era nada rebuscada. La street food de México es una pasada y en Florencia, en All’ antico Vinaio, comí el mejor bocadillo de mi vida.
-¿Cocina tradicional o nueva cocina?
-Soy defensora de lo tradicional, aunque también me gusta probar cosas novedosas. Ambas pueden convivir.
-¿Hay mucho postureo en el mundo de la gastronomía?
-Yo soy fotógrafa e intento que todas mis fotos se vean bonitas. ¡No voy a poner fotos de mis platos sucios! En las stories de Instagram (publicaciones en la red social que solo permanecen 24 horas) sí enseño mi vida de verdad, despeinada, con el niño… y eso también les gusta a mis seguidores. ¡Pero en las publicaciones normales quiero plasmar la belleza de lo que veo! Eso no es postureo. Postureo sería sacarme una foto delante de un restaurante al que ni he ido ni voy a ir.
–¿Se puede vivir de ser un influencer gastronómico?
-Yo vivo de esto. Tengo unos seguidores que son muy fieles entre los que además está muy representado un grupo de edad concreto, el que va de los 26 a los 40 años. Algunas veces nos pagan por ir a presentaciones. Los periodistas que van tienen su sueldo pero, nosotros vivimos de esto. Sobre todo, los influencers conseguimos ingresos de las marcas de comida, de productos de cocina y, a veces, también de ropa. Se pacta con las marcas mencionarlas o que aparezcan sus productos en una serie de publicaciones. También se pueden organizar sorteos.