29 agosto, 2024
Ferrol es, quizás, el gran desconocido de los múltiples y diversos destinos que Galicia tiene que ofrecer. Situado en un emplazamiento único, la ciudad y capital de Ferrolterra es uno de los lugares con mayor oferta cultural y festiva de toda la comunidad. En este sentido, el esfuerzo del Gobierno local, en colaboración con la Xunta de Galicia, por poner en el mapa a la comarca y reivindicar su condición de foco de atracción turística está logrando sus frutos.
Su buque insignia, el emblema por el que muchos foráneos la conocen, es, sin duda, su Semana Santa. Declarada de Interés Turístico Internacional, año tras año demuestra el gran poder de convocatoria que tiene. Calles abarrotadas, sentimientos a flor de piel. Y mucho visitante, que no quiere perderse la oportunidad de formar parte de una de las fiestas religiosas más significativas del país.
Pero las recreaciones históricas, que últimamente están viviendo un boom sin precedentes en toda la geografía española, también tienen una fuerte presencia en Ferrol. Un buen ejemplo de ello es la Batalla de Brión, que conmemora el enfrentamiento de las tropas británicas con las españolas de 1800, en las que la valentía de estas últimas lograron expulsar de la ciudad a los atacantes.
El emblema por el que muchos foráneos conocen Ferrol es su Semana Santa, declarada de Interés Turístico Internacional
Y es que aún quedan vestigios de la época dorada de Ferrol: la Ilustración. El Arsenal Militar, declarado Bien de Interés Cultural, data del siglo XVIII, y se mantiene como el primer día. El Baluarte de San Juan ofrece una magnífica vista sobre el puerto de Curuxeiras, mientras que el Castillo de San Felipe es todo un ejemplo de la imponente arquitectura militar. Por su parte, el Cuartel de Dolores, declarado también Bien de Interés Cultural, tiene el honor de ser el más antiguo de España, en funcionamiento desde 1771.
Pero si hay un barrio que evoque a ese pasado de oro de Ferrol es el de la Magdalena, el centro neurálgico de la localidad, y donde se encuentra el Ayuntamiento. Declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1983, es también la zona predilecta de los comercios y de los locales de hostelería, que mantienen el tipo renovándose constantemente. Al café de la mañana con tortilla le sigue el vermú con el aperitivo. Algunos alargan el menú del día hasta la hora de la merienda, donde hay opciones para todos los gustos. Mientras que otros esperan al tapeo antes de cenar, en la declamada «hora de los vinos».
Sin embargo, el centro ofrece otra cara. La de los grandes emblemas de la ciudad, como el Teatro Jofre, la Concatedral de San Julián, el edificio de la Pescadería, o el Mercado de la Magdalena, que aúna tradición con modernidad. Y es que el Modernismo llegó con fuerza también a la localidad ferrolana y sus alrededores. Prueba de ello es la ruta turística que los visitantes pueden tomar para conocer en profundidad cómo influyó este movimiento cultural y artístico en la urbe y las muestras que aún permanecen en sus calles.
Si hay un barrio que evoque a ese pasado de oro de Ferrol es el de la Magdalena, el centro neurálgico de la localidad
Otras rutas turísticas que los visitantes pueden realizar ofrecen un recorrido a través del tiempo y del espacio directo al pasado Ilustrado de la ciudad. Aunque también tiene mucho tirón entre los visitantes el denominado Ferrol Secreto, una visita peatonal a través del casco histórico para conocer curiosidades sobre el callejero ferrolano que incluso los propios vecinos desconocen. La conciencia de género también ha calado en la política local, lo que se aprecia en el programa cultural y de actividades del municipio. La ruta Ferrol en Femenino busca descubrir la historia local a través de la mirada de mujeres relevantes como Concepción Arenal.
No obstante, las grandes celebraciones del verano son otro de los platos fuertes de la temporada y uno de los principales reclamos para turistas y visitantes, además de para los propios vecinos. Y es que el «verbeneo» nunca pasa de moda. Música, baile y la mejor gastronomía. La combinación perfecta que se encuentra detrás del paulatino crecimiento que está experimentando Ferrol y su comarca.
Pero este municipio del norte coruñés esconde secretos que solo unos pocos afortunados conocen. El lado más desenfadado de una urbe con una gran historia detrás, y que los esfuerzos del Consistorio están logrando sacar a la luz después de años en la sombra.
En un momento en el que el consenso popular es de que las administraciones tiran balones fuera eludiendo responsabilidades de gestión de recursos e infraestructuras, el Ejecutivo local se encuentra inmerso en una labor de rehabilitación de espacios y de mejora de zonas comunes, atendiendo a las demandas de la ciudadanía.
Este esfuerzo por poner en valor y visibilizar las maravillas que permanecen todavía ocultas está logrando los resultados esperados. Poco a poco se están recogiendo los frutos de una estrategia de promoción y dinamización turística sin precedentes. Pero Ferrol lo vale.
Poco a poco se están recogiendo los frutos de una estrategia de promoción y dinamización turística sin precedentes
Así lo demuestra el entorno paradisíaco en el que se encuentra. Sus playas y rutas que bordean la costa son solo la punta del iceberg de un paraje natural que está aún por explotar. En Ferrol son cuatro los arenales que a día de hoy tienen el privilegio de ondear la Bandera Azul: Doniños, San Xurxo, Esmelle y A Fragata. Así, los amantes de la playa y de los deportes acuáticos encontrarán en esta zona todo lo que quieren y más. Arenales de mar abierto, playas y rías esperando a ser descubiertas.
No se puede negar que la naturaleza agreste despliega todo su poderío en la comarca, convirtiéndola en una de las más vírgenes y, en consecuencia, de las más genuinas. Miradores como los de Caranza, Chamorro o Monteventoso ofrecen vistas únicas y privilegiadas, que prometen quitar el hipo a los visitantes, así como los numerosos senderos, parques y jardines, que ratifican la apuesta del Consistorio por promover las zonas verdes y potenciar la parte más natural y auténtica de una localidad a la que aún le queda mucho camino por recorrer.