24 julio, 2019
MARÍA EIMIL /
Interactuar con los animales es una práctica cada vez más frecuente en los viajes. Los turistas no se conforman con una fotografía, sino que buscan una experiencia que va más allá: alimentarlos y tocarlos. Según un estudio que ha dado a conocer Diario Veterinario, esta actitud está provocando un cambio en el comportamiento natural de los animales.
El documento recoge historias en las que distintos expertos, como la investigadora canadiense Valérie Sheppardy, denuncian la situación de los animales en determinados destinos turísticos. En este caso concreto, la experta pone el foco sobre algunos de los parques de Tailandia en los que los elefantes se encuentran encadenados para poder pasear a los visitantes. Otra práctica turística que refleja el documento es la de alimentar a los tiburones ballena, cuyas poblaciones en el Indopacífico han sufrido una disminución del 63% en las tres últimas generaciones, según informa Diario Veterinario.
Unos 300 osos pardos habitan en la cordillera Cantábrica. De ellos, en torno a 50 se encuentran en la zona del Parque Natural de Somiedo, un espacio en el que se llevan a cabo actividades de observación de la naturaleza. Uno de los organismos que trabaja para formar y proteger la especie es la Fundación Oso Pardo, que se encarga de orientar a los visitantes en los espacios naturales protegidos en los que se busca salvaguardar la seguridad de las personas y al mismo tiempo, no deteriorar o interferir en el hábitat natural de este animal.
Otra actividad turística en auge en España es el avistamiento de cetáceos. Una buena gestión supone una herramienta importante para la educación ambiental, pero una mala práctica puede poner en peligro la vida de los turistas y el hábitat de estos animales. En este momento, la normativa vigente en España obliga a respetar una distancia mínima de seguridad de 100 metros y estar cerca de ellos menos de media hora. También prohíbe navegar alrededor de un grupo o estar cerca de una ballena cuando se está alimentando.