20 abril, 2020
La coruñesa Tamara Formoso emigró a Berlín en busca de oportunidades laborales y de nuevas experiencias. En la capital alemana, desarrolló toda una carrera profesional en el sector turístico, pasando, en poco más de dos años, de limpiar habitaciones a dirigir un establecimiento hotelero. Ahora, como máxima responsable de ventas y marketing de dos hoteles boutique, The Weinmeister Berlin-Mitte y Lux Eleven Berlin-Mitte, cuenta a TUR 43 su preocupación por las repercusiones que tendrá la pandemia del coronavirus y cómo vive estos días de confinamiento y restricciones.
En enero escuchó por primera vez la palabra coronavirus y, tras la noticia del brote en Italia, llegaron las primeras medidas en los hoteles para los que trabaja. «Cuando llegó la noticia de Italia fue cuando nos empezamos a llamar todos los responsables de gestión directiva de los hoteles. Ya era algo que no sonaba bien. Nos empezamos a poner un poco nerviosos y a hablar de las medidas que podíamos adoptar para proteger a nuestros clientes. Desinfectamos la recepción y todas las habitaciones en profundidad y una o dos veces al día. Queríamos que la gente entendiera lo que estaba pasando y lo que podía llegar a Alemania», recuerda Formoso.
Fueron dos hitos los que hicieron que el personal y los directivos de los hoteles pasaran de una calma chicha, en la que veían con escepticismo todas las medidas que se estaban adoptando, a una preocupación real y muy intensa. Primero, fue la suspensión de la feria internacional de turismo ITB lo que hizo que saltaran las alarmas. Después, llegó la declaración del estado de alarma en España.
«Nos comunicaron la posible cancelación de la feria de turismo que se celebra en Berlín, que es la más importante del mundo. Esos pronósticos se cumplieron y hubo una pérdida masiva de dinero. Ahí nos dimos cuenta, verdaderamente, de la gravedad de la situación. Todo el dinero de la feria ya no vino y, aún encima, llegaron las cancelaciones que, al ser por el coronavirus, nos obligaban a devolver el dinero», explica esta directora de ventas del sector hotelero, que recalca que los días de la feria los hoteles están llenos y con unos precios más altos.
«Nos comunicaron la posible cancelación de la feria de turismo que se celebra en Berlín, que es la más importante del mundo. Los pronósticos se cumplieron y hubo una pérdida masiva de dinero»
«El precio medio de la habitación por noche en uno de nuestros hoteles es de entre 110 y 120 euros, en uno, y de 140 euros, en el otro. En los días de la feria, llega a los 300 euros sin desayuno», explica, al tiempo que lamenta que el intento por compensar las pérdidas con ofertas de habitaciones por una única noche a través de la plataforma Hotel Tonight solo duró «un fin de semana».
La declaración del estado de alarma en España fue la puntilla. «Ya cuando España declaró el estado de alarma nos preparamos para lo peor». Uno de los hoteles cerró totalmente y, el otro, según explica la coruñesa residente en Berlín, pudo seguir abierto gracias a su condición de alojamiento con estancias «tipo apartamento».
Los intentos por ofertar las estancias a los médicos, concretados en las conversaciones mantenidas con el importante hospital de Berlín Charite,, y a los trabajadores de la industria audiovisual, que es puntera en Berlín pero que cesó su actividad por completo, no fructificaron y, a día de hoy, solo hay alguna reserva de ciudadanos de la capital alemana que buscan más un lugar para evadirse que hacer turismo.
«De momento no estamos recibiendo ninguna reserva de cara al futuro. Las únicas que recibimos son de personas que viven en Berlín y que son para una noche o, a lo sumo, para dos. Básicamente son ciudadanos de aquí que quieren escapar un poco de casa», comenta Formoso, que lamenta además que «los precios han caído en picado».
«Berlín ha comunicado que la gente puede salir a pasear de dos en dos. Una familia con hijos también puede salir. Lo que no permiten es tener una quedada con amigos en un parque, por ejemplo». Así se refiere esta española al tipo de restricciones aplicadas en la capital alemana, bastante más flexibles que las impuestas en España.
Tener la posibilidad de salir a dar un paseo en bicicleta y de hacerlo acompañada de su pareja, un joven nacido en la ciudad estadounidense de San Diego al que conoció en Berlín y con el que está casada, es para Formoso toda una liberación. «Al poder salir, no me siento realmente encerrada. Necesito moverme y todos los días doy un paseo en bicicleta de 30 minutos o una hora con mi pareja», comenta, antes de reconocer que suele hacerlo sin mascarilla, un accesorio que sí suele ponerse cuando va a la compra.
«Al poder salir a pasear, no me siento realmente encerrada. Necesito moverme y todos los días doy un paseo en bicicleta de 30 minutos o una hora con mi pareja»
Hacer la compra, algo que detesta, es una de las actividades más complicadas para los berlineses en estos días de pandemia. «Lo que hacen aquí es permitir que solo se pueda acceder al interior del supermercado con un carrito. Hay una persona que los da fuera, pero ocurren muchas incongruencias. A lo mejor, cuando uno entra, hay 20 personas, pero, al mismo tiempo, hay esperando fuera 50 personas, algo que imposibilita el distanciamiento. Ir a la compra aquí es una odisea. Para lo que antes se necesitaban 15 o 30 minutos, ahora hacen falta dos horas. Mi pareja y yo nunca vamos juntos a comprar y al que le toca, espera dentro del coche hasta que le dan el carrito», relata.
Para comer, intenta llevar una dieta equilibrada y las dos comidas importantes del día en Alemania, el desayuno y la cena, intenta disfrutarlas junto a su marido. «La cena siempre la cocinamos juntos y, cuando vamos a la compra, planificamos un poco. Aquí tenemos el desayuno y la cena alrededor de las seis o las siete. Al mediodía, pasas con un sandwich o algo ligero», dice.
Pese a no poder salir a comer fuera, algo que le encanta, Formoso no quiere renunciar a tener un capricho de vez en cuando y, cuando quiere darse un homenaje junto a su pareja, recurre a la comida a domicilio. «Nosotros, los fines de semana y aprovechando que con el confinamiento hay un ahorro muy grande, hacemos un desayuno o una cena especial y buscamos los sitios a los que solíamos ir aquí en Berlín», apunta.
Muchos establecimientos de hostelería berlineses se han adaptado a los nuevos tiempos y han facilitado el procedimiento para solicitar y recoger comida. «Hay un sitio, por ejemplo, que hace unos pancakes deliciosos. Nosotros los llamamos, hacemos el pedido y luego vamos a recogerlo. Han dispuesto el restaurante de forma que el cliente está fuera. Hay una persona fuera, en un mostrador que te da el pedido después de decirle el número que tienes», informa esta española emigrada a Alemania.
«Yo nunca he sido muy hipocondríaca. Era la típica que cogía una manzana y la comía directamente, sin lavarla ni nada». Esto ha cambiado para Tamara Formoso que, sin llegar a ser al exceso, ha modificado muchos de sus hábitos debido al coronavirus.
«Dentro de mí hay un nerviosismo que crece. Tengo mucho cuidado cuando, por ejemplo, me traen un paquete. Me distancio bastante y, si llevo manga larga, intento cogerlo con las mangas, para no tocarlo directamente con las manos. Además, lavamos muy bien toda la comida e intentamos no comprar nada con plásticos», reconoce.
«Me paso todo el día al teléfono cuando no estoy trabajando. Hablo con mis amigos, con mi familia… A mi madre la llamo todos los días. Cuida a una persona mayor, que es totalmente dependiente, y tiene un papel del médico que le posibilita salir a hacer ese trabajo. Yo me pongo muy nerviosa y a ella también la veo muy nerviosa, aunque no está preocupada por ella misma, sino por la posibilidad de contagiar a la señora», confiesa Formoso sobre su familia en España, antes de reconocer que su madre, gracias a la actividad que desarrolla, «puede salir y no está metida todo el día en casa viendo la televisión y comiéndose la cabeza con las noticias».
«Me paso todo el día al teléfono cuando no estoy trabajando. Hablo con mis amigos, con mi familia… A mi madre la llamo todos los días»
También menciona Formoso el apoyo que suponen para ella las conversaciones con sus amigas. Menciona, como ejemplo, a una llamada Ana Núñez que reside en Madrid y que, estos días, trabaja como psicóloga en el hospital habilitado en recinto ferial de Ifema. «Hablar con ella es una motivación y me ayuda a pensar que vamos a salir de esta», dice.
Como experta en marketing hotelero, Formoso vaticina un futuro muy negro para el turismo. Cree que el verano está perdido y que la supervivencia de hoteles y otros establecimientos dependerá, prácticamente en exclusiva, del turismo nacional.
«Lo que he hablado con mi equipo, de cara al futuro, es que nos tendremos que centrar en el turismo alemán. Vuelos internacionales son, ahora mismo, impensables, al menos de cara al verano. Sinceramente, creo que el verano está totalmente perdido», lamenta.
«Lo que he hablado con mi equipo, de cara al futuro, es que nos tendremos que centrar en el turismo alemán. Vuelos internacionales son, ahora mismo, impensables»
Si la crisis se prolonga, muchos establecimientos se verán obligados a cerrar sus puertas en una ciudad que está acostumbrada a tener que reinventarse. «Si esto dura uno o dos meses, podemos sobrevivir. Si dura más, habrá muchas empresas que cerrarán. Berlín es, en todo caso, una ciudad muy cambiante y un establecimiento que funciona muy bien puede tener que cambiar de un día para otro», expone Formoso, que en este momento y como el resto de su equipo, se encuentra sometida a un ERTE, allí llamado Kurzarbeit.
Formoso cree que la normalidad tardará en llegar, pero que lo hará antes en su país de residencia que en el de origen, porque «Alemania no ha llegado al estado crítico de España». «La mentalidad alemana ayuda, porque la gente, ante un pandemia como esta, se queda en casa todo lo que puede y, si sale, lo hace con responsabilidad. Esto favorece a que, cuando llegue la reapertura, la gente siga siendo precavida. En España hubo que llegar al estado de alarma y a confinar a los ciudadanos en casa por completo. Obviamente, Alemania abrirá las puertas mucho antes».
«Obviamente, Alemania abrirá las puertas mucho antes, porque no ha legado al estado crítico de España»
En cuanto a la percepción que tienen los alemanes sobre la situación en España, Formoso detecta una gran diferencia entre los originarios de Alemania Occidental, llamados wessies y abiertamente europeístas, y los que crecieron en la extinta y comunista Alemania Oriental, llamados ossies y mucho más reticentes a ayudar a los países del sur de Europa. En una ciudad como Berlín, partida en dos durante mucho tiempo, este conflicto se acentúa.
«La gente del oeste siempre habla más de solidaridad, de abrir la mano y de que hay que ayudar. Son más favorables a la Unión Europea. Los del este, en cambio, se preguntan por qué tienen que ayudar al sur. No entienden ese gasto, lo ven como algo innecesario», comenta la directora de marketing.
«Me siento muy afortunada. Desde que llegué a Berlín, en cuestión de dos años, pasé de limpiar habitaciones a dirigir un hotel». Así resume esta coruñesa su trayectoria profesional en la capital alemana. El secreto del éxito está, para ella, en intentar hacer las tareas lo mejor posible, independientemente de que estas consistan en las propias de la recepción del hotel, en reclutar personal o en diseñar una campaña de ventas.
«Soy una relaciones públicas nata y me pongo a hablar con todo el mundo de lo que sea. No es afán de vender. Si alguien tiene que estar delante de mí 5 minutos, intento que sean los mejores 5 minutos de esa mañana y que se vaya con una sonrisa», dice acerca de su actitud y de sus aptitudes, acreditadas con su licenciatura en Sociología y con sus estudios sobre Recursos Humanos.
«La responsabilidad de tener personas a mi cargo me ponía muy nerviosa. Yo era en ese momento una chica de 27 años que, a lo mejor, tenía que decirle lo que tenía que hacer a un técnico alemán de 50 años. Me di cuenta de que no me apetecía liderar y organizar en ese sentido»
Aunque llegó a ser la directora de uno de los hoteles, gracias a su propuesta para crear habitaciones personalizadas con obras de reconocidos artistas, decidió abandonar ese cargo para poder dedicarse a lo que realmente le gusta: el marketing.
«La responsabilidad de tener personas a mi cargo me ponía muy nerviosa. Yo era en ese momento una chica de 27 años que, a lo mejor, tenía que decirle lo que tenía que hacer a un técnico alemán de 50 años. Me di cuenta de que no me apetecía liderar y organizar en ese sentido. Me apetecía más la parte creativa, la parte de ventas y de hablar con empresas externas. Ahora trabajo en eso», relata.