2 diciembre, 2020
Pablo Álvarez recogió el testigo de su padre Pepe al frente del restaurante Lois de A Coruña y del hostal que se ubica en el mismo edificio, situado en la céntrica calle de la Estrella. Como al resto de los hosteleros de la ciudad gallega y de todo el país, no le quedó otro remedio que adaptarse a los difíciles tiempos de la pandemia, si bien, en su caso, la metamorfosis ha sido literal y lo ha llevado a ser hostelero y repartidor al mismo tiempo. El protagonista de esta historia no tiene inconveniente en ponerse la mochila y recorrer la ciudad de portal en portal si el premio es mantener activo su negocio.
Con serenidad, relata a TUR 43 cómo pasó de atender a quienes llegaban al restaurante a ser él mismo quien visita a los clientes en sus domicilios. «Nosotros trabajábamos con Deliveroo desde hace tiempo, aunque al principio no éramos muy partidarios, por asociarse el reparto a domicilio a la comida rápida. Cuando empezamos, lo hicimos porque se alojaba en el hostal una chica que vino a la ciudad a abrir el mercado de Deliveroo con los restaurantes. Estábamos cómodos así, porque nuestra función principal es el servicio en el local, hasta que empezó todo esto. Con la pandemia, al venir menos la gente o al no venir cuando estábamos cerrados, nos pareció una buena opción potenciar el reparto a domicilio y empezamos a hacerlo nosotros mismos», comenta Álvarez, que cuenta con el firme apoyo de su padre, un hostelero de raza muy conocido en A Coruña, para afrontar esta difícil situación que vive la hostelería.
La facturación no llega para cubrir los gastos del negocio, pero este joven hostelero está muy contento con la acogida que tuvo el servicio y, de hecho, su plan es mantenerlo cuando las mesas del establecimiento puedan volver a recibir comensales.
«La verdad es que, aunque sea sólo un extra, ha tenido muy buena acogida. Sólo con la facturación de los pedidos no da para el mantenimiento de todo, pero estamos contentos. Continuaremos con los pedidos y continuaremos llevándolos nosotros», relata.
No todos los días son iguales en la vida de un hostelero a domicilio. A días con más de veinte pedidos, pueden seguirlos otros en los que la cifra se queda en media decena. Lo que sí ha detectado Álvarez es una especial querencia hacia algunos platos de la carta.
«Sale mucho el bacalao. También piden bastante el caldo gallego y la carne de croca», comenta el propietario del Lois, que explica que, cuando es posible, llega a su destino a pie y que, para los domicilios más alejados del local, contará en breve con una nueva aliada. «Hace dos semanas, con la intención de continuar con esto, compramos una moto eléctrica. Con el coche, por la noche no hay mucho problema, pero de día es muy complicado aparcar», explica.
Aunque reconoce que el año ha sido terrible para su negocio, Pablo Álvarez quiere mantener el optimismo y recalca que, independientemente de cómo quede la cuenta de gastos e ingresos a final de cada mes, tiene la conciencia tranquila por hacer todo lo posible para sostener su negocio.
«Esto es algo que no esperaba nadie. Nosotros estamos contentos, a pesar de que ha sido un año nefasto, porque hemos hecho todo lo que hemos podido», declara tras informar de que la situación en el hostal es parecida a la del restaurante.
«De lunes a viernes hay algo de gente, por cuestiones de trabajo, pero los fines de semana nada de nada. La ventaja es que el restaurante podía seguir abierto para los huéspedes y hay algunas personas que se hospedaron con nosotros para poder tener ese servicio. Aún así, la ocupación es bajísima», lamenta.