27 abril, 2021
Hay cosas que nunca cambian, capaces de mantenerse idénticas durante décadas y después de que una pandemia mundial irrumpa en nuestras vidas. Uno de esos inmutables es el salpicón de lubrigante de El Refugio, un restaurante ubicado en el municipio coruñés de Oleiros que cuenta con el sello de Galicia Calidade y con una clientela muy fiel que hizo posible que el establecimiento llegara a servir más de cien cocidos al día cuando se vió obligado a subsistir con el servicio de recogida o a domicilio. Javier Castrelo, hijo del fundador del local, atiende de nuevo a TUR 43 para contar cuál es la situación de su negocio y cómo afronta estos tiempos tan inciertos para la hostelería.
-¿Cómo ha despegado su negocio tras el último período de cierre de la hostelería?
-Vamos poco a poco, porque con la limitación del aforo al 50% no podemos tener el restaurante lleno como nos gustaría. Pero, dentro de lo que cabe, vamos bien y somos conscientes de que las normas están para cuidar la salud y de que, si alguien enferma, tendríamos que volver a cerrar de todo y eso sería mucho peor. Estoy seguro de que volverá la normalidad, pero habrá que esperar unos meses más. Es lo que toca.
-Imagino que muchos de sus clientes habituales estarían deseando volver a visitar el restaurante.
-Aunque durante el tiempo que estuvimos cerrados teníamos muchos encargos, los clientes habituales estaban deseando volver. Alguno incluso me dijo que sólo estaba dispuesto a comer nuestro salpicón de lubrigante en el restaurante, porque comerlo en casa no era lo mismo.
«Nuestro salpicón de lubrigante es el de toda la vida. Eso no se puede tocar»
-Veo que el salpicón sigue siendo el plato estrella de carta. Hay cosas que nunca cambian.
-Claro. Nuestro salpicón de lubrigante es el de toda la vida, el que hacemos desde siempre. Eso no se puede tocar.
-¿Qué tal funcionó el servicio de recogida y a domicilio?
-Muy bien. En Semana Santa llegamos a servir más de cien cocidos al día. Gracias a Dios, los clientes se acordaban de nosotros. Lo que pasa es que, al final, la gente también quiere estar aquí. Incluso ahora, como las mesas tienen que ser pequeñas, la gente echa mucho de menos poder venir con los hijos y con los nietos.
-Por su experiencia en El Refugio, ¿cree usted que los establecimientos de hostelería son espacios seguros frente al coronavirus?
-Afortunadamente, nosotros no hemos tenido ningún caso de contagio y más nos vale seguir así, que mi padre tiene 72 años. Hemos cumplido todas las normas que nos han marcado a rajatabla. Dicho esto, la hostelería no es culpable de los contagios. Puedes ir a un parking y cogerlo allí.
«Como las mesas tienen que ser pequeñas, la gente echa de menos poder venir con sus hijos y con sus nietos»
-La utilización de productos de la máxima calidad sigue siendo una de las señas de identidad de su restaurante.
-Prácticamente todos nuestros productos son de aquí de Galicia. Mariscos, pescados, carnes, verduras… todos de primera calidad. La clave siempre es contar con un producto bueno y bien preparado. Si falla cualquiera de esas dos cosas, ya no vale.
-Recuérdenos la historia de El Refugio.
–El Refugio inició su actividad en 1975. Lo pusieron en marcha dos matrimonios: el de Alfredo y Aurora y el de Ricardo y Blandina. Empezaron a trabajar en ese año, cuando todavía estaba la terraza antigua. Antes de eso, lo había llevado otra gente y era un merendero. Hicieron una gran reforma en los años 80, cuando quitaron la terraza exterior y colocaron la cristalera que hay ahora. Hicieron también el edificio, que es donde viven ellos. Ricardo, en el primer piso, y Alfredo, que es mi padre, en el segundo.
-Usted ha recogido ahora el testigo de su padre.
-Mi padre y Ricardo ahí siguen, al pie del cañón. Mi padre está de cara al público todos los días y Ricardo sigue encargándose de elegir y comprar los productos. Yo consulto todo con ellos.