9 noviembre, 2021
Con tan sólo 29 años, Pilar Montero es toda una celebridad en el mundo de la caza y también cuenta con una nutrida colección de haters que, contrarios a una actividad que ella considera un modo de vida, han llegado a proferir contra ella insultos y amenazas. Tras haber aprendido a convivir con ese tipo de comentarios, que le llegan a través de las redes sociales, aguarda con ansia cada futuro viaje cinegético y cada nuevo lance. Amante de sus perros, a los que quiere como si fueran personas y con los que dice sentir una gran conexión, guarda un grato recuerdo de sus experiencias en países como Sudáfrica e Italia y desea desplazarse a Kirguistán o a algún país en el que pueda cobrarse un ibex, un animal de alta montaña, muy esquivo y similar al macho montés patrio.
-¿Cómo fueron sus inicios en el mundo de la caza?
-Mis inicios fueron a través de mi familia. Nací en el seno de una familia cazadora. Mi padre ha cazado desde siempre y siempre ha tenido rehala. Además, mi tío y mis primos tienen una sala de despiece cinegético. La caza es un pilar fundamental en nuestra familia.
-¿Es la caza para usted una afición o una profesión?
-Yo soy enfermera y trabajo como tal. La caza es para mí, más bien, una forma de vida, la manera de desconectar y de pasar el tiempo libre, que es el más preciado, después de una vida de rutinas. Es lo que más ilusión me hace. Siempre pienso en sacar un rato para ir al campo.
-Usted es natural de un pueblo de Toledo, una provincia en la que el turismo cinegético tiene un gran potencial.
-Sí, por supuesto. Hay mucha tradición montera y hay pueblos en los que casi los únicos ingresos que entran son los de los cazadores que llegan, sobre todo, los fines de semana. Además de cazar, comen, pernoctan… Todo eso genera una gran riqueza en la zona.
-Decía el director de la feria Cinegética, Rodrigo Moreno de Borbón, que la caza es una gran excusa para viajar y conocer otras culturas. ¿Está usted de acuerdo con esa afirmación?
-Totalmente. Hay gente que viaja alrededor del mundo cazando, con lo que puede conocer diversas culturas, diversas gastronomías… La caza es, en realidad, un modo de vida y cada uno la practica a su manera. Hay gente que simplemente tiene el coto de su pueblo y caza allí y hay otras personas que nos movemos más, en el ámbito nacional e incluso en el internacional y siempre dentro de lo que la economía nos permite. Es una forma muy enriquecedora de conocer distintos lugares.
-¿Cuál de sus viajes de caza recuerda más?
-Me gusto muchísimo el viaje que hice a África. Conocer la cultura de la gente de Sudáfrica desde dentro fue muy impactante. Estuve siete días y tuve tiempo para ver cómo viven, las diferentes especies que tienen y cómo gestionan la actividad cinegética. También estuve cazando en Italia, que fue un viaje que me gustó mucho porque estuve con gente de diferentes países. La caza tiene sus peculiaridades en cada país y, por eso, ese viaje me permitió conocer otros modos de hacer la cosas.
«Que alguien te diga que ojalá te mueras es algo que impacta bastante»
-¿Son muy caros los viajes de caza como los que menciona?
-Pues depende de lo que quieras cazar, de cómo quieras cazar y de dónde quieras cazar. No es lo mismo comprar un precinto de un animal selectivo en cualquier pueblo e irte a un hotelito pequeño que comprar un trofeo más restrictivo e ir a un hotel de cinco estrellas. Creo que la caza, en función de lo que se quiera, es apta para todos los bolsillos.
-En muchos viajes de caza, uno de los gastos es el correspondiente a los animales que se van a abatir.
-En todos los sitios donde se caza hay un plan cinegético y ese plan es el que establece los requisitos para conceder los precintos y la cantidad de los mismos. Se calculan en función de la superficie y de la cantidad de animales que haya. El número de precintos es el número de animales que se pueden llegar a cazar por año. Uno no puede ir a un sitio y cazar lo que le da la gana. Además, hay que tener en cuenta que hay vedas que impiden cazar algunos animales en determinadas épocas del año. La veda general se abre de octubre a febrero, que es cuando cazamos en monterías. Es algo que está muy estipulado y la gente que lo incumple, si la pillan, es sancionada de manera severa.
-De los trofeos que usted conserva, ¿cuáles le hacen mayor ilusión?
-En realidad, los trofeos que más ilusión me hacen son los que he cazado con mis perros. Yo tengo una rehala de perros y los animales que les remato a ellos, además de ser los más peligrosos, son los que más ilusión me hacen, porque realmente son lances de mis perros, no míos. Yo lo único que hago es finalizar sus lances. Cazar un animal sólo con un rifle me gusta también, lógicamente, pero si es con ellos me gusta mucho más. Les tengo a mis perros un amor como si fuesen personas. Tengo un sentimiento muy arraigado por ellos, sobre todo por algunos, y siento con ellos una conexión especial.
«Los trofeos que más ilusión me hacen son los que he cazado con mis perros. Amo a mis perros como si fuesen personas»
-Y de su experiencia en África, ¿algún animal especialmente exótico?
-Uno de los que más gustó es el springbok. Cuando bajé a cazarlo, intentamos acercarnos lo más posible y, cuando nos dimos cuenta, estábamos rodeados de búfalos. El rifle que llevaba era de un calibre muy pequeño y nos pusimos todos un poco nerviosos. Finalmente, los búfalos se fueron y tuve un lance muy bonito, porque los sprigboks se mueven como saltando y le acerté al primer disparo. Si los búfalos hubieran decidido arrancar hacia nosotros, habríamos tenido un problema.
-Cuando usted viajó a Sudáfrica, ¿llevaba ya tasados los animales que iba a cazar?
-Yo llevaba una idea de ciertos animales representativos de Sudáfrica que me hacía ilusión cazar, lo que pasa es que, al final, la caza es caza y no siempre se encuentra lo que se busca. Me habría gustado matar un facóquero, pero no se dio la oportunidad, porque los que encontramos no tenían la edad establecida, o eran hembras… Al final me vine sin él. El springbok, en cambio, no llevaba la idea de cazarlo y se presentó la ocasión. Luego hay animales, como la hiena, que no puedes cazar si no vas ya con el permiso desde España.
-¿Repetirá la experiencia de viajar a África?
-Ojalá, pero creo que antes me gustaría ir a por el ibex, que es parecido a nuestro macho montés y vive en países como Kirguistán. Es caza de alta montaña y tiene que ser andando o a caballo. Hay que pasar seis o siete días en la montaña. Suelen ser lances muy largos porque esos animales no suelen dar oportunidad de acercarse mucho a ellos. Es una caza que tiene sus riesgos y, además, las temperaturas suelen ser muy bajas. Se requiere cierto entrenamiento y cierto esfuerzo.
-¿Se ha sentido usted minusvalorada o rechazada como cazadora por ser una mujer en un ámbito tradicionalmente masculino?
-A mí eso nunca me ha pasado, porque he ido a cazar siempre y desde muy pequeña con mi padre, con mis primos, con mis tíos… Para mí ha sido siempre un entorno muy familiar. Si detrás de mí han dicho algo, yo no me he enterado. Para la gente de los sitios donde yo voy a cazar es ya muy habitual verme.
«No me ha dicho mi padre lo que tengo que hacer o cómo me tengo que vestir y no me lo va a decir alguien que no conozco de nada»
-Usted es una cazadora muy activa en redes sociales y comparte sus fotos de caza a través de esos medios. ¿Ha recibido amenazas e insultos por parte de los animalistas?
-Yo llevo siete años en redes sociales y fui de las primeras. Me puse en el ojo del huracán hace ya bastante tiempo y he sufrido ataques de ese tipo en numerosas ocasiones. Es cierto que, al principio, me afectaban más, porque que alguien te diga que ojalá te mueras y demás barbaridades, pues claro que te impacta y más si tienes 22 o 23 años. Pero bueno, a medida que va pasando el tiempo y, aunque no son comentarios agradables, ya vengan de cazadores o de animalistas, no es ya algo que afecte a mi día a día. No conocen realmente lo que soy ni conocen lo que hago. Intento transmitirlo lo mejor que puedo pero siempre hay gente que, desde su falta de conocimiento o desde su complejo de inferioridad, piensan que quiero mostrar algo que es totalmente diferente a lo que hago.
-Usted misma tendrá buenos amigos a los que no les gusta la caza.
-Sí, por supuesto. De hecho, la mayoría de mis amigos no son cazadores. Lo que pasa es que todos nos respetamos. En un grupo de amigos o en una familia, no tiene por qué tener todo el mundo los mismos gustos o los mismos ideales políticos. Se trata de tener respeto y de tener la mente abierta. Yo me considero una mujer con la mente bastante abierta, capaz de escuchar la diversidad de opiniones que pueda tener cada uno.
-Y desde del propio colectivo de los cazadores, ¿le han llegado críticas por esa actividad en redes sociales?
-Procuro que ese tipo de comentarios no me afecten en mi día a día. No me ha dicho mi padre lo que tengo que hacer o como me tengo que vestir y no me lo va a decir ahora alguien que no conozco absolutamente de nada. Es cierto que, a día de hoy, hay personas que no conocen a fondo las redes sociales o cuál es su funcionamiento, por lo que no les gusta la exposición en las mismas. Al no vivir de mis publicaciones, en numerosas ocasiones me he planteado dejarlo, pero como mujer libre e independiente también pienso que puedo publicar y escribir todo aquello que estime oportuno.
-Además a usted, despues de haber ejercido como enfermera durante la pandemia, no le van a dar miedo ese tipo de cosas.
-Ha sido una época muy dura.
-En España, sobre todo en el norte del país, hay una gran polémica con la ley que prohíbe la caza del lobo. ¿Cree que existe una desconexión entre lo urbano y lo rural y que problemas como ese son causa de la misma?
-Sí, hay muchísima desconexión. Desde la ciudad es muy fácil arreglar el campo, pero para arreglar el campo es necesario conocerlo y saber las necesidades que tienen sus gentes. Lanzar leyes desde un despacho y desde la idea preciosa de algo idílico está muy bien, pero que luego se pueda llevar a cabo ya es otra cosa.
«Como de manera habitual carne de caza porque es la mejor manera de honrar al animal»
-Muy relacionado con el turismo y con la caza está el tema de la gastronomía. ¿Se atreve usted a sugerir algún plato de caza?
-He hecho varios, porque a mí cocinar me gusta mucho. Me gusta mucho el lomo Wellington, que es espectacular. Como de manera habitual carne de caza, porque la mejor manera de defender y de honrar al animal es que, una vez que le has quitado la vida, ese animal sea el que a ti te da vida. Nosotros siempre sacamos la carne de todos los animales que cazamos y yo hago hamburguesas, guisos…
-Usted es también aficionada a los toros, algo que mueve también al turismo y que, al igual que la caza, cuenta con detractores.
-Creo que es un mundo hermano de la caza y, de hecho, la mayoría de los cazadores también son taurinos. El mundo del campo también engloba a un gran número de personas en el ámbito laboral. Los toros abarcan a los responsables de las ganaderías, a los veterinarios, a la gente que hace los trajes de luces, a los que trabajan en los hoteles a los que van los toreros… La gente que no lo respeta sólo ve lo simple, que es un toro dentro de una plaza que sangra y muere, y no ve el arte.