2 octubre, 2020
«Cuando se dice que el sector turístico español es muy bueno, se habla del recipiente, pero no del contenido. En España hay unos hoteles espectaculares, pero las condiciones laborales dejan mucho que desear». Así habla Yolanda García, portavoz de las camareras de piso de Benidorm, que esta semana se manifestaron para protestar por la excesiva carga de trabajo que deben soportar cada día, que es todavía mayor debido a la Covid-19, y por la precariedad de los contratos.
La pandemia ha provocado que el trabajo de las llamadas kellys sea aún más duro y también más peligroso. Algunas trabajadoras han llegado incluso a denunciar que los hoteles ni siquiera les proporcionan los materiales de protección necesarios para ejercer su labor con seguridad.
«Hubo compañeras a las que les daban una sola mascarilla. Si se les rompían las cuerdas, algo bastante habitual, les decían que no había otra y que hicieran un nudo», critica García, que lamenta que lo que consta en los protocolos y lo que se aprende en los cursos de formación dista mucho de lo que ocurre cada día en muchos alojamientos.
«Pese a todos esos sellos de libre de Covid y de los protocolos, la realidad es otra. Esos protocolos se nos dieron pocos días antes de empezar a trabajar, pero luego no se plasmaban», comenta la portavoz de las kellys de Benidorm.
La desinfección adicional que se hace necesaria en tiempos de pandemia provoca que limpiar cada habitación requiera, no sólo más tiempo, sino también más esfuerzo. El nuevo paradigma, sin embargo, no ha tenido ningún tipo de efecto sobre el número de habitaciones que le corresponden a cada trabajadora ni sobre las nóminas.
«El número de habitaciones no se rebajó. Una de las cosas que reclamamos es que si tenemos que limpiar y desinfectar, no podemos hacer las 25 habitaciones acostumbradas. Yo tengo que limpiar absolutamente todo lo que toca el cliente. Todo esto nos genera un estrés añadido que se se suma al que ya sufríamos. Además, no hubo ningún tipo de suplemento ni gratificación», advierte esta camarera de piso.
Las reivindicaciones de las kellys no obedecen a un simple capricho y toda esa carga de trabajo que deben soportar ya tiene consecuencias sobre su calidad de vida y sobre su propia salud.
La hipertensión es mucho más frecuente en este colectivo que en otros y las lesiones en los hombros y en la espalda son una constante con la que se han acostumbrado a convivir. «La mayoría de las camareras de piso padecemos hipertensión. La riqueza no está repartida y se crea a costa de externalización, de contratos a tiempo parcial y de que nos dejemos el cuello, la espalda y los hombros», denuncia la representante de las camareras de piso de Benidorm.
Yolanda García también alude al miedo que ella y sus compañeras sienten debido al riesgo de contagio, un temor que, sin embargo, no es nada en comparación con el que algunas tienen a quedarse en la calle. «Teníamos un poco de miedo y jamás nos quitábamos la mascarilla, aunque con el calor y la humedad nos costara incluso respirar. Muchas compañeras no reclaman porque tienen miedo a perder su puesto de trabajo. Nosotras también tenemos una vida y una familia», relata la camarera de piso.