9 octubre, 2020
Para el coruñés César Pou, el autocaravanismo es mucho más que una afición y un trabajo: es una filosofía de vida. Desde su empresa Viajes Lost Planet, organiza rutas que él mismo encabeza a bordo de su autocaravana y, desde hace algo más de dos años, ha convertido su vehículo en su residencia habitual, en la que convive con su pareja y con su hija. Su condición de nómada queda acreditada con los cerca de 40 países que ha visitado en el último bienio. Pou lamenta las carencias de España en todo lo referente al fomento y a la protección del caravaning y alaba a los pocos ayuntamientos que trabajan para aprovechar las ventajas de este tipo de turismo.
-¿Cuál fue su primer encuentro con una autocaravana y de dónde le viene esa afición que acabó por convertirse en su trabajo?
-Viene de mi padre, que tuvo una camper. Mi chica y yo empezamos hace ya nueve años, aprovechando nuestras vacaciones. Nos fuimos aficionando porque nos encanta viajar en autocaravana y descubrir diferentes culturas. Hace dos años fue cuando lo dejamos todo y nos fuimos. Ahora seguimos viajando con nuestra hija.
-Usted y su familia han convertido la autocaravana en su vivienda habitual.
-Correcto, desde hace algo más de dos años. Nosotros teníamos nuestra vivienda fija en A Coruña y la dejamos para iniciar el proyecto de Viajes Lost Planet. Preparamos rutas en grupo para gente que viaja en autocaravana. Hacemos grupos con entre seis y diez autocaravanas y los guiamos nosotros. Vamos nosotros de primeros y ellos detrás, en caravana, valga la redundancia. Como nos pasábamos casi diez meses viajando con la autocaravana, decidimos lanzarnos y pasar a vivir en ella.
-¿Qué lugares ha visitado en los últimos dos años a bordo de su autocaravana?
-Llevamos casi 40 países en dos años. Europa, Marruecos, Turquía… Son muchos países y muchos kilómetros. Ahora justo acabamos de regresar de realizar la ruta Cabo Norte, que es un poco como La Meca del autocaravanismo y que recorre Escandinavia. A Marruecos vamos dos o tres veces al año porque, por cercanía, es una de las rutas preferidas por los españoles. De Europa conocemos casi todos los países: Italia, Austria, Alemania… Tendría que revisar las carpetas y las fotos para acordarme de todos, pero son cerca de 40. Llevamos 316.000 kilómetros en autocaravana.
-¿Cómo pasaron usted y su familia el período de confinamiento?
-Tuvimos la suerte de que nos cogió en Portugal, preparando el año y, sobre todo, la primera ruta que teníamos programada, que tuvimos que posponer. Estábamos en la zona del Algarve. Lo pasamos de una forma bastante tranquila, porque en Portugal no hubo tanto confinamiento. Estuvimos dentro de un camping en Albufeira y allí permanecimos esos meses. Lo que pasa es que allí podíamos salir a la calle e ir a la playa a jugar con la niña. Ni siquiera era obligatorio llevar mascarilla para ir por la calle, pero sí que nos la poníamos, por ejemplo, para hacer la compra en el supermercado. Había una cierta normalidad. Cuando ya empezó la Unión Europea a rebajar las restricciones, preparamos la ruta de Cabo Norte de la que acabamos de llegar. El día 1 de julio, a las doce de la noche, estábamos ya cruzando la frontera con España. Recorrimos el país con miedo, porque había noticias continuamente sobre si se abrían o se cerraban las fronteras.
-Usted y su pareja viajan con su hija. ¿Han planeado ya lo que harán cuando a la niña le toque ir a colegio?
-Son ciclos que hay que ir cumpliendo. En el momento en el que le llegue la edad de la escolaridad obligatoria, nos tendremos que adaptar y no podremos seguir siendo nómadas como ahora. Pero ella, de momento, lo lleva muy bien. Empezó a viajar con nosotros a los seis meses. Juega por todas partes e incluso aprendió ya algunas palabras en inglés. Es cierto que cuando llegue ese momento de la escolarización, tendremos que poner una base fija, aunque pueda venir a alguna ruta.
«Cuando a mi hija le llegue la edad de escolarizarse, no podremos seguir siendo nómadas como ahora»
-¿Cómo se tomaron sus familiares y sus amigos su decisión de convertirse en un nómada?
-Evidentemente, con un poco de sorpresa. Les resultó un poco extraño porque es algo que no es tradicional. Mis padres y mis suegros nos apoyaron, aunque habrían estado encantados que no nos moviéramos para poder estar con su nieta. En cuanto a los amigos, algunos me dijeron que estaba loco.
-¿Se turnan al volante su pareja y usted?
-No. Conduzco yo. Mi chica tiene carné, pero a mí me gusta mucho conducir y no tengo problema. Ella puede coger perfectamente la autocaravana y alguna vez, si hay una necesidad, la ha cogido, pero no le gusta tanto. Yo soy el que disfruta más al volante.
-¿Alguna anécdota especialmente llamativa que recuerde de sus rutas en autocaravana?
-Pues, por ejemplo, recuerdo que se nos torció mucho el primer viaje que hicimos. En Pisa entraron a robarnos en la autocaravana. Después, llegando a un peaje de una autopista, escuchamos un estruendo y resultó que habíamos cogido un bache y que se nos había caído la puerta de la nevera con todo lo que había dentro. Todo eso en el primer viaje y de un día para otro.
-Asociaciones de autocaravanistas critican que en España hay ayuntamientos que tratan mal a quienes hacen turismo en esos vehículos. ¿Está usted de acuerdo con esa opinión?
-Nosotros viajamos mucho por España y puedo decir que, para ir de vacaciones en autocaravana, jamás viajaría por España. Creo que el autocaravanismo es todavía algo muy novedoso en España y que los españoles pecamos un poco de acomplejados ante lo nuevo. Otros países de Europa nos llevan mil años de ventaja. No hay que irse muy lejos. Basta con ver lo que hay en Francia, Alemania, Italia y Holanda. Hay municipios en España que sí están apostando por el mundo autocaravanista, con medidas como la creación de áreas. Yo no creo que tenga que ser todo gratis, siempre y cuando cobren algo lógico. En todo caso, fuera de España hay muchas más áreas y eso hace que sea mucho más fácil viajar, incluso sin siquiera pisar un camping.
-Los autocaravanistas también reivindican la riqueza que generan en los lugares que visitan.
-Hay gente que piensa que los autocaravanistas no gastan un duro, pero yo opino todo lo contrario. De todas formas, cada uno tiene derecho a gastar lo que le dé la gana, sólo faltaría. Pero sí que es cierto que al autocaravanista que quiere gastar, gasta. Yo, por ejemplo, antes de tener la autocaravana, viajaba con muy poco dinero. Me limitaba casi a pagar el transporte, el hotel y las comidas. Al viajar en autocaravana, en cambio, al estar liberado del hotel, uno se puede gastar más dinero. Hablamos del tramo medio, claro, porque habrá gente que va de hotel que se gasta una pasta. Creo, además, que el autocaravanista es un turista muy interesante para los pueblos pequeños, para lo que ahora llaman la España vaciada. En todo caso, como dije, en España las facilidades son cero, con la excepción de esos municipios que sí están haciendo cosas. Esos municipios que nos apoyan tienen unos alcaldes muy inteligentes, porque los autocaravanistas siempre gastamos. Además, el autocaravanista reparte. El que va de hotel no reparte tanto.
«Tendría que revisar las carpetas y las fotos para acordarme de todos, pero he visitado cerca de 40 países en dos años»
-¿Puede estar esa situación motivada por la presión ejercida por los propietarios de los campings?
-Sinceramente, yo en teorías de la conspiración creo poco. No creo que un lobby del camping, sobre todo en España, tenga tanta fuerza. Sí creo que hay un lobby hotelero que hace, por ejemplo, que sea muy difícil crear un camping en la costa de Baleares. Los campings pueden protestar y también es loable que lo hagan. Yo entiendo la problemática de un camping de un pueblo que lleva toda la vida y que ve que las autocaravanas se le escapan a un área gratuita, pero también es cierto que muchos deberían, quizás, ofrecer unos servicios más concretos para los autocaravanistas.
-¿Crecerá mucho el autocaravanismo debido a la pandemia y a la seguridad que ofrece?
-Ha crecido tanto en países donde no era tan conocido como en los que ya se conocía. Eso es porque se percibe como un turismo más seguro y hay gente que lo prefiere frente a estar en un hotel donde hay 3.000 personas o a viajar en avión.
-¿Puede ese crecimiento desembocar en una masificación?
-Mi opinión es que en España queda aún mucho por crecer. No creo que, de momento, vaya a morir de éxito. Con las redes sociales sí que puede haber una complicación en el sentido de que haya sitios que se saturen más, porque antes no se conocían tanto.