1 diciembre, 2020
Durante la desescalada que siguió al primer confinamiento, las casas rurales aguantaron mejor el tipo que otros alojamientos, pero la segunda ola de la Covid-19 ha truncado las previsiones de los propietarios de estos establecimientos, que sufren impotentes unas medidas que les han golpeado donde más les duele: limitando los desplazamientos entre provincias y comunidades autónomas.
Lo dicen los últimos datos del INE, que sitúan en un 66,7% el descenso de las pernoctaciones en establecimientos extrahoteleros (casas rurales, campings, albergues y apartamentos turísticos) y lo confirman, con mayor vehemencia si cabe, los propietarios de los alojamientos. Todos los representantes de este segmento del turismo que conversan con TUR 43 lamentan que la cifra de clientes que llegaron a sus negocios es prácticamente nula.
«Los únicos que tuvimos en octubre son unos investigadores de Altamira que vienen 5 días al mes. Aquí en Cantabria, a diferencia de otras comunidades autónomas, no tenemos un turismo interno. La gente de Cantabria no se aloja en Cantabria. En Madrid es distinto, porque la gente va a la sierra y sí que sale», lamenta Ana Llera, que regenta la casa rural Las Calderas en Santillana del Mar.
Desde Asturias, llegan opiniones similares, que no hacen más que confirmar el gran batacazo que se ha llevado el turismo rural a causa de la segunda embestida del coronavirus en España y de las medidas que ha traído consigo. «El 30 de septiembre se acabó todo. Simplemente, dejó de funcionar. Ya a finales de ese mes, empecé a notar que no recibíamos correos. Para el puente de octubre, yo tenía completo durante tres días y se canceló todo», comenta María Josefa Vega, propietaria de Casa Jesusa en el municipio de Carreño, que dice haber tenido cero pernoctaciones en octubre.
La situación en Galicia no es más favorable. José Manuel Villapol, dueño del hotel rural Finca Goleta del municipio lucense de Foz, atribuye el desplome a la caída del turista de cercanías, que tuvo imposible desplazarse a causa de los cierres perimetrales o que declinó hacerlo ante la incertidumbre de sufrir uno de ellos durante su estancia.
«En octubre, nosotros estuvimos cerrados, pero es que ni siquiera hubo demanda de información. Los cierres perimetrales provocaron que no hubiera pernoctaciones, pero tampoco llamadas ni solicitudes», apunta Villapol.
Para algunos alojamientos, la situación es ahora incluso más preocupante que la del confinamiento total que comenzó en marzo. La propietaria de la casa rural Las Calderas señala que, como ahora no es obligatorio cerrar, no existen las ayudas que sí llegaron en el primer estado de alarma.
«No quieren volver a pagar y por eso no decretan el cierre. Encima, nos suben la cuota de autónomos. En la práctica, nos abocan al cierre. En Cantabria parece que los cierres perimetrales en los municipios se levantarán el 16 de diciembre. Con esa previsión, ¿quién se va a plantear ir a una casa rural?», critica Ana Llera.