10 marzo, 2022
El turismo siempre ha sido un nicho de empleo femenino, pero aún hoy hay determinadas profesiones y actividades vinculadas a ese gran sector en las que ser mujer conlleva soportar una serie de prejuicios e incluso insultos y amenazas. Una ganadera de toros bravos que organiza visitas a la dehesa donde viven sus reses y dos cazadoras acostumbradas a recibir insultos en redes sociales por organizar o participar en cacerías relatan sus experiencias a TUR 43 y demuestran a qué tipo de situaciones se enfrentan las mujeres del mundo rural.
La ganadera de toros bravos Ana Mayoral cuenta que su vinculación con el mundo de la tauromaquia le viene de familia y es que forma parte de la tercera generación de la popular ganadería Pablo Mayoral. «Somos nueve hermanos y, entre 2014 y 2015, decidimos hacer una partición de algunos de los bienes que teníamos los herederos y, entre esos bienes, estaba la ganadería. Una de mis hermanas que es veterinaria llevaba la ganadería con uno de los dos hermanos varones que tengo, pero este decidió dejarlo. Mi hermana, entonces, nos pidió a otra hermana y a mí si nos animábamos a seguir con ella y, ahora, estamos las tres», comenta esta licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas que, entre otras tareas, es la encargada de gestionar las redes sociales de la ganadería.
Aunque reconoce que la educación que recibió en su casa entraría dentro de los parámetros de lo que hoy se consideraría machista, precisa que, en el campo y en el caso concreto de su familia, toda distinción por cuestiones de sexo desaparecía. «Es verdad que mis padres son dos niños de la posguerra y han estado formados en la educación machista. En mi casa la educación ha sido machista, pero luego, en el campo, no se hacían diferencias. A mí se me ha enseñado el mundo del toro igual que a mis hermanos varones. Por otro lado, mi padre me dejó el camino muy hecho para que se me respetara como ganadera y como la hija de Pablo Mayoral. Mi padre se ganó ese respeto y la gente del toro me lo sigue guardando.
Ana Mayoral lamenta el profundo desconocimiento que existe en el ámbito urbano y en las filas de algunos partidos políticos acerca del mundo rural y, como otras compañeras, sufre con especial virulencia los ataques de los animalistas. «Hay un desconocimiento brutal y mucho ecologista de sillón. Es muy fácil ser ecologista cuando no se sabe cómo funciona la cadena alimenticia y la subsistencia de un animal en el campo. Han llegado incluso a piratear las cuentas de importantes ganaderos, como Victorino Martín. Hay continuas amenazas, nos llaman asesinos y muchos otros insultos y faltas de respeto. Te juzgan por una actividad que desconocen absolutamente», denuncia.
«Empecé de pequeña, cuando tenía cuatro años y mi padre me regaló mi primer podenco. La caza me viene de familia, de mi padre y de mi abuelo, que era galguero». Así explica sus inicios en la caza Rocío Bueno, que desde su empresa Orgánica La Andaluza oferta todo tipo de servicios cinegéticos y ha trabajado para multitud de turistas nacionales e internacionales que viajan movidos por su pasión por esa actividad.
Como la mayoría de las mujeres que practican la caza y lo muestran en redes sociales, Rocío Bueno ha recibido ataques, tanto de los animalistas como de otros cazadores que no comprenden que una fémina prospere en el sector cinegético. «Yo he sufrido ataques que no se los deseo ni a mi peor enemigo. Me despidieron de un trabajo que tenía en una tienda de telefonía porque practicaba la caza. Luego, trabajé en una cafetería y unos clientes se negaron a entrar si no me despedían. Ahí no me despidieron porque mi jefe y mis compañeros ya sabían lo que yo hacía. ¿Amenazas? Uf, he recibido muchísimas. Tuve que cambiar de teléfono dos veces y pusieron precio a mi cabeza. Era un acoso constante, desde primera hora de la mañana y con insultos a mí y a mi familia. Lograron saber la dirección de mi casa y tuve que desaparecer un tiempo de las redes sociales. He sufrido de todo, incluso amenazas de muerte. Recibo amenazas casi diariamente, tanto de españoles como de extranjeros», relata.
En cuanto a las faltas de respeto de compañeros cazadores, Rocío Bueno tampoco se muerde la lengua. «Una vez coincidí con un señor que me dijo que yo no pintaba nada en el campo y que me fuera para mi casa y todo porque nunca se había encontrado con una mujer cazadora. La mayoría de las veces que salgo de caza, soy la única mujer del grupo. En una ocasión, fui la que más animales abatió y me robaron los pájaros para no quedar mal. Les avergonzaba que una mujer abatiera más pájaros que ellos. También hubo una persona, a la que le puse una demanda, que dijo que yo prostituía la caza por ser mujer y por pintarme. Hay hombres que creen que yo quiero destacar por encima de ellos, sólo quiero que me traten igual», recuerda.
Con tan sólo 29 años, Pilar Montero es toda una celebridad en el mundo de la caza y también cuenta con una nutrida colección de haters que, contrarios a una actividad que considera un modo de vida, han llegado a proferir contra ella insultos y amenazas. Tras haber aprendido a convivir con ese tipo de comentarios, que le llegan a través de las redes sociales, aguarda con ansia cada futuro viaje cinegético y cada nuevo lance.
«Me puse en el ojo del huracán hace ya bastante tiempo y he sufrido ataques de ese tipo en numerosas ocasiones. Es cierto que, al principio, me afectaban más, porque que alguien te diga que ojalá te mueras y demás barbaridades, pues claro que te impacta y más si tienes 22 o 23 años. Pero bueno, a medida que va pasando el tiempo y, aunque no son comentarios agradables, ya vengan de cazadores o de animalistas, no es ya algo que afecte a mi día a día. No conocen realmente lo que soy ni conocen lo que hago. Intento transmitirlo lo mejor que puedo pero siempre hay gente que, desde su falta de conocimiento o desde su complejo de inferioridad, piensan que quiero mostrar algo que es totalmente diferente a lo que hago», comenta.
Aunque se ha planteado dejar las redes sociales, o al menos no publicar determinados contenidos, esta valiente joven ha decidido que el hecho de que la insulten no debe impedir que haga algo en lo que cree. «Procuro que ese tipo de comentarios no me afecten en mi día a día. No me ha dicho mi padre lo que tengo que hacer o como me tengo que vestir y no me lo va a decir ahora alguien que no conozco absolutamente de nada. Es cierto que, a día de hoy, hay personas que no conocen a fondo las redes sociales o cuál es su funcionamiento, por lo que no les gusta la exposición en las mismas. Al no vivir de mis publicaciones, en numerosas ocasiones me he planteado dejarlo, pero como mujer libre e independiente también pienso que puedo publicar y escribir todo aquello que estime oportuno», explica.