25 septiembre, 2020
Supo a los 15 años, tras conocer lo rápido que un avión completaba un recorrido de ida y vuelta entre Santiago de Compostela y la ciudad suiza de Ginebra, que quería dedicarse a la aviación y hoy es el presidente del grupo Empty Leg, un referente en la comercialización de vuelos chárter del que depende la aerolínea Privilege. El ourensano José Manuel Álvarez relata su historia a TUR 43 y, desde su posición de experto, analiza cómo afectará la crisis de la Covid-19 al sector de la aviación. Pese a las dificultades, está convencido de la viabilidad de su negocio y, de hecho, puede presumir de dirigir la única compañía del sector que no ha aplicado despidos ni ERTE en su plantilla. Entre los clientes de su empresa se encuentran los equipos de fútbol más importantes del país y eso que él no es futbolero y sólo entró en un estadio una vez en su vida.
-¿Cómo define su compañía y qué la hace diferente a otras?
-Es la única empresa del sector de la aviación en España que no tiene socios, porque soy sólo yo, y también es la única con un 100% de capital gallego. Hacemos, sobre todo, vuelos privados, que es algo que también nos distingue de las compañías que trabajan con vuelos regulares. El 90% de nuestros vuelos son totalmente privados. Es una empresa muy pequeña, sólo tenemos cuatro aviones y ahora vendrá el quinto.
-¿En qué momento supo que quería trabajar en el mundo de la aviación?
-A los 15 años tuve mi primer contacto con el aeropuerto de Santiago. Mi padre tenía una empresa de autobuses en Ourense, pero yo, en esa primera visita al aeropuerto, me enamoré de los aviones. Fue muy curioso, porque el primer avión que vi despegar tenía como destino Ginebra y mi padre me dijo que ese mismo avión volvía de Suiza en sólo cinco horas, algo que a mí me parecía imposible. Como yo estaba en el aeropuerto esperando a que ese avión volviese y vi cuando regresó, por la matrícula, que era el mismo, decidí que quería volar. Me fascinaba que se pudiera ir tan rápido por el mundo. Después de esa experiencia, recuerdo que fui a la biblioteca de Ourense para comprobar si un avión podía ir a Suiza y volver en cinco horas. Y así era. Lo comprobé con el mapa y usando una regla. Mi padre tenía contacto con gente del mundo de la aviación, como Juan José Hidalgo, que hoy es el dueño de Air Europa, y gracias a eso entre en el sector del turismo y del transporte aéreo.
-¿Qué pasos destacaría en su camino para conseguir ese sueño?
-Bueno, en primer lugar quiero decir que para mí llevar una compañía no es ningún sueño. Yo nunca quise tener una compañía aérea, jamás. Me gustan los aviones y me gustaba trabajar en una compañía, pero el hecho de tener una no era mi sueño, ni mucho menos. Simplemente, la vida me lo puso en bandeja. Fue una oportunidad que surgió con el primer avión que tuve, un Boeign 757. Iberia lo había desahuciado y yo me quedé con él a muy buen precio. Era el año 2003 y eso fue el germen de la compañía. Iberia me ofreció una oportunidad que no pude rechazar. Aquel avión fue pintado ya con los colores de mi compañía, que diseñó mi hijo de ocho años. Todos los colores de mis aviones están diseñados por mi hijo. En esa época, oportunidades como la que aproveché yo surgieron porque la crisis provocada por el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York hizo que las compañías se vieran obligadas a tener muchos aviones parados en el desierto. Luego llegaría el segundo avión, también de Iberia; luego el tercero, de una compañía polaca… Nosotros no tenemos capacidad para crecer con aviones nuevos, porque tenemos un perfil que conlleva que los aviones vuelan muy poco cada mes.
«La gente está más segura en un avión que en la calle, porque en la calle no hay ningún sistema que renueve el aire cada tres minutos»
-Habla usted de la crisis que desencadenó el atentado de las Torres Gemelas. Lo cierto es que, en la actualidad, tampoco corren buenos tiempos para la aviación.
-Yo no veo la situación tan mal como parece, aunque es cierto que estamos pasando un bache, el más duro de la historia de la aviación desde que yo tengo uso de razón. Sin embargo, creo que aprovechar la oportunidad que plantea esta situación es lo mejor que le puede pasar a la aviación. Lo único que ha hecho el coronavirus es adelantar acontecimientos que ya estaban más o menos escritos. Todos somos conscientes de que, en la aviación, empezaba a haber un exceso de oferta muy grande, con muchas compañías de bajo coste que estaban haciendo mucho daño a las tradicionales. La torta que nos ha dado la vida con el tema del Covid, lo que va a suponer es una reorganización brutal, que va a conllevar que el cliente se encuentre con menos oferta en el mercado pero, a la vez, con compañías mucho más sólidas. Lo que más impactó a la gente acerca de las repercusiones del coronavirus sobre el transporte aéreo es que muchas compañías que aparecían en escena como compañías sólidas ni siquiera fueron capaces de devolver el dinero a los pasajeros que habían comprado su billete. La pandemia tiene que servir como un revulsivo que propicie que hagamos mucho mejor las cosas y que no nos dejemos llevar por las pasiones de cada día de bajar y bajar los precios y buscar clientes a toda costa, porque lo único que conseguiremos es comernos unos a otros. Habrá mucha concentración, aunque confío en que no se llegue a situaciones de monopolio, como en tiempos antiguos. Van a desaparecer compañías, pero van a surgir otras mucho más fuertes.
-¿Son los aviones un espacio seguro frente al coronavirus?
-Yo te pediría que buscaras en internet una sola noticia acerca de una infección que se haya producido dentro de un avión. Estamos tan convencidos de la seguridad de los aviones en ese aspecto que ya sólo falta que curen. No te puedes imaginar lo que es el sistema de ventilación de un avión, que purifica cada tres minutos y que limpia las partículas en un 99,8%. La gente está más segura en un avión que en la calle, porque en la calle no hay ningún sistema que renueve el aire cada tres minutos. El Covid ha sido una prueba de fuego para demostrar que el filtro de los aviones es perfecto. Los aviones vuelan a África todos los días, a lugares con Ébola y con muchas infecciones. Si fueran focos de infección, ya no se habría esperado que llegase el coronavirus.
«La pandemia tiene que servir como un revulsivo que propicie que hagamos mucho mejor las cosas y que no nos dejemos llevar por las pasiones de cada día»
-¿Está en los vuelos chárter como los que oferta su compañía una de las llaves para la recuperación del sector?
-Sí, porque en los vuelos regulares hay que programar el avión y esperar a que se vaya llenando de plaza en plaza. Hay nervios mientras se espera a ver si se llena o no. En el caso del chárter, la diferencia es que ya de antemano se vende el avión entero a un solo cliente. Normalmente, el chárter es para realizar un vuelo especial. La gente acude al chárter cuando la oferta de vuelos regulares no es buena para lo que quiere. Por ejemplo, buena parte de nuestros vuelos están relacionados con el fútbol y con los equipos españoles, que no sólo cogen el chárter por la intimidad que les ofrece, sino también porque se adaptan a lo que quieren, como es el caso de su deseo de estar en casa en el mismo día tras haber disputado un partido en Europa. Si el equipo termina de jugar un partido en Alemania a las diez o a las once de la noche, ya no hay vuelos regulares para regresar a Madrid. Yo, más que vuelos chárter, los llamo vuelos privados, porque la palabra chárter suena a avión viejo y retrasado.
-Pese a las dificultades por las que atraviesa el sector, usted mantiene en su empresa a la totalidad de la plantilla.
-Somos la única compañía de Europa que mantiene, de momento, los 211 puestos de trabajo y sin ningún ERTE. La clave está en las diferencias con una compañía normal que ya he comentado. Nosotros jamás nos hemos endeudado y los aviones los compramos, no los alquilamos. Eso nos permite no tener que afrontar dificultades a final de mes. Tenemos un sistema diferente de cómo crecer. Nuestro crecimiento es lento, con sólo cuatro aviones en quince años, pero muy comedido y siempre haciéndonos cargo de la propiedad del avión. Las compañías tradicionales, lo que hacen es endeudarse en millones y millones de euros para tener, de repente, veinte aviones. Luego, cuando ocurre un evento como el actual, que para el mundo, no pueden hacerle frente.
-Usted trabajó para un personaje tan importante como Juan José Hidalgo. ¿Qué aprendió de él?
-Pepe a mí no me enseñó absolutamente nada, pero yo todo lo aprendí de él. Desde los 15 años hasta los 30 trabajé a su lado. De Pepe me quedó el olfato para los negocios y la capacidad para buscar oportunidades. También aprendí que una compañía aérea no es un elemento de glamour y de poder, sino de muchísimo esfuerzo y dedicación. Yo, desde marzo, trabajo una media de 16 horas al día para sacar esto adelante. De él también entendí lo que suponen palabras como generosidad, el tener a los empleados siempre contentos y bien pagados.
-¿Temió en algún momento por la viabilidad de su negocio?
-No, nunca jamás. Sé exactamente lo que tengo, lo que quiero y a dónde quiero llegar. A pesar de la incertidumbre y de que hemos reducido la facturación en un 70%, tenemos recursos para aguantar esta crisis siete u ocho meses. Hemos hecho bien las cosas durante muchos años y hemos ahorrado y, lo más importante, no nos hemos endeudado. El futuro es incierto para todos, pero mi empresa, al menos a corto plazo, no tiene ningún problema. Yo no he pedido ayudas al Gobierno ni nada de eso. Quiebra es una palabra que no existe en mi diccionario.
«Yo no he pedido ayudas al Gobierno ni nada de eso. Quiebra es una palabra que no existe en mi diccionario»
-Pese a desterrar de su diccionario la palabra quiebra y tener tan clara la viabilidad de su empresa, ¿recuerda algún momento especialmente difícil?
-El momento más difícil que pasé fue con mi primer avión. Cuando llegó el momento de la renovación del contrato, que era al principio de alquiler, el dueño del avión, que era un banco, me había enviado un contrato para continuar con ese avión una vez que dejase Iberia. Pero cinco días antes de la renovación del alquiler estalló lo de Lehman Brothers y el banco se vio obligado a vender la mayor parte posible de sus activos. Pasamos a necesitar poner 15 millones de dólares encima de la mesa para poder tener el avión, porque si no nos lo vendían a nosotros, se lo vendían a otro.
-¿Y cuáles han sido sus mayores satisfacciones?
-Nosotros tuvimos la suerte de entrar muy bien en el mundo del deporte, con vuelos privados para muchos equipos de fútbol y de otras disciplinas, como el balonmano. Gracias a eso, acompañamos los éxitos de los equipos españoles en los últimos veinte años, que son muchos. La estadística dice que los aviones de mi compañía han hecho 321 vuelos deportivos con 261 victorias, que se dice pronto. Hay gente que habla de que los aviones pueden ser talismán, pero yo no llego a tanto y creo que los partidos se ganan en el campo. Lo que sí es cierto es que somos partícipes del éxito de los demás.
-Entre tantos equipos con los que ha trabajado, imagino que, si es aficionado al fútbol, habrá alguno con el que simpatice más.
-Es que no me gusta nada el fútbol. Sólo entré en un campo de fútbol una vez en mi vida. No soy aficionado al fútbol y eso para mí es bueno, porque hace más fácil que mi producto sea el mismo para cualquier equipo. Si yo me decantase más por un equipo determinado, a lo mejor no veía tan bien llevar a su rival. El hecho de no ser futbolero me permite jugar con todos los equipos al mismo nivel.
«Acompañamos los éxitos de los equipos españoles en los últimos 20 años. Mis aviones han hecho 321 vuelos deportivos, con 261 victorias»
-Uno de sus grandes aciertos es del de haber sabido aprovechar los llamados vuelos vacíos.
-Ese es el germen de mi empresa. Cuando estaba trabajando con Hidalgo, dentro de Air Europa, me di cuenta de que en España se realizaban muchísimos vuelos vacíos al año por simples razones de programación de los aviones. Si el avión está en Barcelona y es el Real Madrid el que llama para hacer un vuelo, hay que llevar ese avión de Barcelona a Madrid. Nosotros llamábamos a esos vuelos Empty Leg, que es como se llama mi empresa. Yo empecé comercializando esos vuelos vacíos. Empecé moviéndome con la Vespa, en Mallorca, de compañía en compañía, preguntando qué vuelos vacíos tenían para poder venderlos después a las agencias de viajes, a las que les mandaba un boletín mensual contándoles lo que tenía.
-Aunque ahora vive fuera y trabaja en uno de los sectores más globales que existen, imagino que, como buen gallego, le tirará la tierra.
-Tengo morriña, como todos los emigrantes. Esa morriña no es más que una forma de mantener contacto con tu tierra. Curiosamente, lo que a mí me devolvió a mis orígenes fue la aparición de las redes sociales, porque me encontré a todos los amigos de la infancia que tenía en Ourense a través, sobre todo, de Facebook. Pude así mantener mi relación, tanto con Ourense capital, donde viví muchos años, como con Trives, que es donde yo nací. Las redes sociales son las que me tienen al día sobre el progreso de mi tierra y de mi gente. Disponer de algo como las redes sociales, digan lo que digan, es el sueño de cualquier emigrante gallego.