6 febrero, 2022
Una famosa canción define a Lisboa como una ciudad «antigua y señorial». Desde luego, la capital portuguesa es una urbe llena de historia y de tradición pero, en pleno siglo XXI, también se ha convertido en un referente de vanguardia y modernidad donde encontrar todo lo que demanda el turista más exigente. Degustar la mejor gastronomía, con referentes como el bacalao; tomar el sol en playas paradisíacas, descubrir un legado que sus habitantes muestran con orgullo, pasear por barrios con encanto como Alfama o por la palaciega y romántica Sintra, mirar al horizonte desde la Torre de Bélem, escuchar fados, contemplar la fauna marina en el acuario más importante de toda Europa y, por supuesto, practicar el golf en campos como el Aroeira Pines Classic que acogerá el 9 de julio una de las pruebas de la segunda edición del Circuito de Golf TUR 43. Todo esto y mucho más es posible en un destino que, desde hace siglos, es un puente entre el Viejo y el Nuevo Mundo.
Por si todo esto fuera poco, Lisboa es, además, una de las ciudades más sostenibles de Europa. Distinguida como Capital Verde Europea en el año 2020, la ciudad presenta como un atractivo para el turista el ambicioso plan desarrollado para cuidar y proteger el medio ambiente. La reducción de los desechos generados por ciudadanos y negocios, el fortalecimiento de la red de transporte público, la disponibilidad de patinetes y bicicletas y la instalación de una red de distribución de agua de reutilización son algunas de las medidas que mencionan desde Turismo de Lisboa para acreditar a la capital lusa como urbe de referencia en materia ecológica.
En un año Xacobeo como este, no puede quedar sin mencionar que Lisboa, como capital de Portugal, es el punto elegido por muchos peregrinos para iniciar el llamado Camino Portugués, una ruta que, pese a no alcanzar todavía las cifras del Camino Francés, ha crecido mucho en los últimos años.
Si algo define a Lisboa es su rica historia, un legado cuya prueba más evidente es la gran cantidad de monumentos y lugares de interés que existen tanto en el casco urbano como en toda el área metropolitana. Además, muchos de esos edificios y espacios están asociados a la historia gloriosa de todo un país, un ingrediente que hace que resulten, si cabe, aún más atractivos.
Uno de los conjuntos arquitectónicos más interesantes de Lisboa es el que se puede visitar en la zona de Belém, con el triángulo mágico que conforman la Torre de Belém, el Monumento a los Descubrimientos y el Monasterio de los Jerónimos. La Torre de Bélem, uno de los iconos lisboetas más reconocibles, pasó de ejercer una función defensiva a funcionar como faro y centro de aduanas. Ahora, con sus cinco pisos más terraza, con sus 16 ventanas con cañones defensivos y con sus fosos y huecos por los que antaño se tiraba a los prisioneros es una de las visitas obligadas de Lisboa, si bien la acumulación de gente hace que, en no pocas ocasiones, haya que guardar turnos para subir y bajar. Como curiosidad a descubrir: la gárgola con forma de rinoceronte, buen pretexto para recordar que el primer rinoceronte que pisó Portugal llegó al país de la India en 1513 y que la Torre de Belém se construyó poco después, entre el 1515 y el 1519.
A escasos metros de la Torre de Belém se encuentra el Monumento a los Descubrimientos, una estructura de 52 metros de altura que simula una caravela y que muestra al gran Henrique el Navegante, descubridor de Madeira, Azores y Cabo Verde por cuyo 500 aniversario se levantó este conjunto escultórico en 1960, abriendo camino a otros personajes de relevancia de la historia de la navegación portuguesa. Si el visitante tiene ocasión y tiempo, es más que recomendable subir a lo alto del monumento y contemplar la maravillosa panorámica que se avista desde él.
El tercero de los elementos de Belém es el Monasterio de los Jerónimos, uno de los lugares más visitados de Lisboa. De estilo mayoritariamente manuelino y declarado Patrimonio de la Humanidad, este complejo religioso, cuya construcción se inició en el año 1501, cuenta con un claustro de gran valor artístico y alberga los restos de personajes tan relevantes como el descubridor Vasco de Gama y el escritor Fernando Pessoa.
Ya en el centro histórico de la ciudad, existen dos plazas por las que pasarás varias veces en tus paseos lisboetas: la plaza del Comercio y la del Rossio. Ambos recintos son puntos neurálgicos de la vida lisboeta y concentran un buen número de ciudadanos y turistas casi a cualquier hora del día.
La plaza del Comercio tiene su propia historia trágica, pues el espacio en el que se ubica albergó en el pasado el Palacio Real, que quedó destruido por el terremoto que sufrió Lisboa en el año 1755. El renacer de la plaza llegó de la mano del marqués de Pombal, que la reconstruyó con una estructura en forma de U y con tres grandes edificios porticados que albergan dependencias gubernamentales, una oficina de turismo y también algunos bares y restaurantes. Como elementos singulares a destacar de esta plaza se encuentran el arco triunfal que da acceso a la misma desde la comercial calle Augusta, que cuenta con esculturas del autor Vitor Bastos que representan a personajes de la historia portuguesa como Vasco de Gama y el Marqués de Pombal y con una inscripción en latín que, traducida, dice Que las virtudes de los más grandes sean una enseñanza para todos; y la estatua de José I, que se encuentra en el centro del recinto y que representa al monarca que se encontraba en el trono cuando ocurrió el terremoto. Si quieres tener una visión panorámica de toda la plaza, por cierto, lo mejor es que subas al mirador del Arco de la Rua Augusta, inaugurado hace poco tiempo y con unas vistas espectaculares.
La segunda de las plazas que no pueden quedar fuera de este compendio sobre Lisboa es la plaza del Rossio que, en realidad, se llama plaza Pedro IV. Con su característico suelo de baldosas blancas y negras, este pulmón de la vida social de la ciudad cuenta con edificios de gran valor patrimonial, como el Teatro Nacional Doña María II, la iglesia quemada de Santo Domingo y la Estación el Rossio. Para tomar algo, siempre y cuando se esté dispuesto a pagar un precio superior al habitual, puedes visitar la cafetería Da Nicola y la Pastelaria Suiça.
Si hay algo por lo que se caracteriza Lisboa es por la cantidad de influencias y culturas con las que ha convivido desde su nacimiento hasta la actualidad. En este sentido, aunque la capital portuguesa destaque por su ajetreo, animada vida y amplia oferta de ocio, su historia alberga también multitud de misterios que pasan desapercibidos para muchos de los viajeros que la visitan.
Ubicada en pleno centro de la ciudad, la Rua das Pedras Negras recibe este nombre por el color de su pavimento en la Lisboa romana, cuando esta calzada tintada en color negro conectaba con uno de los lugares más emblemáticos de la Lisboa del siglo II D.C., el templo de Cibeles. La Rua das Pedras Negras ha permanecido en la topografía de la ciudad desde el principio de sus tiempos hasta la actualidad, aunque hoy no cuenta ya con el color característico que le otorga su nombre. Pese a los cambios, todavía se pueden atisbar algunas aras romanas del antiguo templo de Cibeles en el Palacio de la Independencia, residencia original de los condes de Almada y ubicado junto a la Plaza de Rossio .
Otro lugar para vivir el misterio es la catedral de Lisboa, también conocida como Catedral de Sé, esta emblemática construcción de estilo románico se remonta a mediados del siglo XII, aunque hasta finales del siglo XIV se conocía como la Iglesia de Santa María la Mayor y no fue hasta esa fecha cuando se empezó a reconocer como catedral. Entre su esencia románica y gótica, el templo alberga un tesoro muy preciado en su interior: los restos de San Vicente, patrón de la ciudad. Cuenta la leyenda que, tras la muerte del santo, el rey Alfonso Henriques mandó trasladar sus restos hasta la ciudad de Lisboa. El traslado se llevó a cabo con la ayuda de una barcaza y esta fue custodiada por dos cuervos que no se separaron de la embarcación hasta su atraque en la capital lusa. A raíz de esta leyenda, los cuervos se incorporaron al escudo de la ciudad.
Bonita historia es la de la Torre de Ulises del castillo de San Jorge. Cuenta la tradición mitológica que el héroe Ulises fue el creador de la ciudad y esta es la razón por la que se le ha otorgado su nombre a unas de las 11 torres del castillo, ubicado en la colina más alta de la ciudad. Sobre la actual capital lusa yacía una mujer mitad serpiente que aterrorizaba a todos aquellos que se acercaban a sus dominios. Fue entonces cuando Ulises decidió embarcarse en la aventura de comprobar si este mito era cierto o no. La mujer serpiente se enamoró perdidamente del héroe griego y este fingió su amor con el objetivo de abastecerse con provisiones de la zona. Antes de marchar, el héroe subió una colina donde actualmente se ubica el Castillo de San Jorge y se dio cuenta de la belleza del paisaje que tenía a sus pies. Fue a partir de ese momento cuando mandó a sus hombres construir la urbe.
Parte de la historia de Lisboa está ligada a los elevadores, nombre genérico que se les da a los artefactos que se utilizan para subir de las partes bajas a las altas de la ciudad, ya sean estos tranvías que circulan por raíles o ascensores propiamente dichos. De todos ellos, si hay uno que no debes dejar de probar es el Elevador de Santa Justa, que conecta la Baixa con el mítico barrio del Chiado y que se terminó de construir en el año 1902. De todos los llamados elevadores, es el único configurado de forma vertical, a la manera de un ascensor convencional. En la terraza hay una cafetería donde se puede tomar un refrigerio al tiempo que se disfruta de las vistas.
Los otros elevadores míticos, que se asemejan más a un funicular o a un tranvía, son el Ascensor da Gloria, que comunica la plaza de los Restauradores con el mirador de San Pedro de Alcántara; el Ascensor do Lavra, que es el más antiguo de la ciudad y conecta la calle Câmara Pestana con Largo da Anunciada; y el Ascensor da Bica, que recorre la Rua da Bica de Duarte Belo.
«El destino más místico y romántico de Portugal». Así define Sintra la página web de Turismo de Lisboa y, lo cierto, es que es un elogio de lo más merecido. Los misteriosos bancos de niebla que vienen y se van de forma repentina, las fincas, palacios y mansiones, los verdes paisajes de la sierra hacen de este conjunto arquitectónico y natural, declarado Patrimonio Mundial de la Unesco, uno de los espacios imprescindibles en cualquier viaje a Lisboa.
Su proximidad a Lisboa, de la que tan sólo la separan 30 kilómetros, hace que la mayoría de los turistas que llegan a la capital portuguesa dediquen al menos un día a visitar Sintra y a disfrutar de un espacio incomparable, con el parque natural de Sintra-Cascais, que, además, está salpicado de construcciones de diferentes estilos, desde el gótico y el morisco, hasta el barroco y el manuelino.
Si eres amante de la geografía, debes visitar el Cabo da Roca, que está en el propio municipio de Sintra y que es el punto más occidental de la Europa continental.
Los entes encargados de promover el turismo en Lisboa siempre destacan un dato: el de que la ciudad y sus alrededores tienen un promedio de 290 días de sol al año. Esta circunstancia meteorológica, unida a la presencia de arenales de todo tipo y condición hacen que el área metropolitana lisboeta sea también un destino perfecto para los amantes del turismo de sol y playa.
Ya sea en las playas urbanas ubicadas en Cascais, en los multiculturales arenales de Costa Caparica, en las remotas y cristalinas aguas de Arrábida o en las misteriosas zonas costeras de Sintra, el que guste de tomar el sol y bañarse en el Atlántico dispone de múltiples oportunidades para relajarse y rentabilizar su viaje.
A pocos minutos de Lisboa, están los 15 kilómetros de playas de Costa da Caparica. Es muy fácil llegar en coche, atravesando el puente, o en uno de los autobuses que salen de Praça de Espanha o de Campo Grande. Al llegar, una de las mejores opciones de movilidad es el minitrén que visita todos los arenales, desde el centro hacia el sur, y así ver cómo van cambiando los ambientes y la afluencia de una a otra. Las playas del centro son las más frecuentadas, mientras que a las más alejadas van quienes buscan pasar el día en la arena o en las tumbonas. Hacia el norte, se encuentra la playa de São João, un poco más tranquila. Todas ellas tienen en común los excelentes bares y restaurantes para beber una jarra de sangría, con la que maridar un pescado a la parrilla o una ración de almejas.
Si lo que buscas son playas menos explotadas, la mejor opción es que te dirijas al Parque Natural de Arrábida, a donde puedes llegar tras curzar la localidad de Setúbal. Además de la siempre concurrida playa de Albarquel y de la pintoresca Figueirinha, podrás encontrar playas perdidas en las bajadas de la sierra, con metros y metros de arena dorada a la que abraza un mar azul y cristalino.
En una rica y variada gastronomía como la portuguesa, el bacalao es el rey y en Lisboa existen numerosos restaurantes donde probar este manjar en todas sus variantes. A Nossa Casa, Lisboa Tu & Eu 2 y Sacco Restaurante son los tres mejor situados en la web Tripadvisor para comer bacalao, si bien los locales donde probar este pescado ubicados en la capital lusa se cuentan por cientos.
Otro templo gastronómico más que recomendable, por su historia y por su vinculación con la ciudad, es la Cervejaria (Cervecería) Trinidade, un espacio ubicado en el Convento da Santíssima Trinidade, fundado en 1294, que ya sólo por sus magníficos azulejos merece ser visitado. Por supuesto, sus bifes (bistecs) con salsa y su bacalao a la Brasa, junto a sus mariscos y a la siempre apetecible cerveza de barril son otras razones de peso.
En este compendio gastronómico no pueden faltar los míticos pasteles de Belém, que puedes degustar en las cafeterías ubicadas en la zona urbana que les da nombre y también llevarlos como souvenir para que, cuando estés de regreso en tu lugar de origen, los disfruten tus familiares y amigos. El origen de estos pasteles está en el Monasterio de los Jerónimos anteriormente mencionado, pues fueron los frailes de dicho convento quienes, en el siglo XIX, comenzaron a elaborarlos como forma de vida. Por supuesto, el mejor lugar para probar esta delicia es el café-fábrica donde se producen, que cuenta con unas enormes salas que ofrecen un espacio ideal para descansar tras una dura jornada de paseos y visitas.
A todas las virtudes de Lisboa y de sus alrededores como destino turístico hay que sumar lo mucho que ofrece esta gran área metropolitana como paraíso para los amantes del golf. Uno de los mejores campos, el Aroeira Pines Classic ubicado en Charneca da Caparica, acogerá este año una de las pruebas del Circuito TUR 43.
Ubicado a 25 kilómetros de Lisboa y con un pinar protegido como marco, este campo, inaugurado en el año 1973 y diseñado por el arquitecto Frank Pennick, cuenta con 18 hoyos. Las instalaciones están avaladas por algunos de los mayores expertos del mundo del golf, que no dudan en calificarlo como uno de los mejores campos de toda Europa.