9 junio, 2021
Ha cazado en Europa, África, Asia y América y entre las piezas que se ha cobrado se encuentran animales tan espectaculares y majestuosos como el león, el elefante y el búfalo. Rodrigo Moreno de Borbón, director de la feria Cinegética que arranca mañana (10 de junio) en Ifema, recalca que los cazadores son los mayores defensores de la naturaleza y explica lo mucho que el turismo cinegético puede aportar a algunos de los territorios más desfavorecidos del planeta. Este cazador, Borbón y primo del Rey Felipe VI, lamenta la desconexión que existe entre lo rural y lo urbano y advierte de que, en contra de lo que se piensa, es mucho más peligroso seguir a las cabras en la cornisa cantábrica que rastrear a un león en la sabana africana.
-¿Con qué expectativas afronta esta edición de la feria Cinegética?
-Con mucha ilusión, porque no pudimos hacer la feria ni el año pasado ni en marzo de este año. Era una demanda en la que nos insistían tanto el público como los expositores. En cuanto a las expectativas, creo que estaremos en torno al 60% del público de anteriores ediciones y al 75% de expositores. Calculamos que vendrán entre 15.000 y 20.000 personas. Notamos que la gente tiene unas ganas locas de salir y moverse.
-¿Qué actividades o exposiciones no debe perderse el visitante?
-Lo principal es la taxidermia, por la que hemos hecho una apuesta muy fuerte. Es lo que más pide el público y lo que más le llama la atención a los visitantes.
-¿Qué aporta la caza a un sector como el turismo?
-El turismo cinegético es un turismo de muchísima calidad que genera un tráfico muy importante de movimiento y que consume en restaurantes, hoteles y otros negocios. Además, es un turismo que llega a zonas poco favorecidas, como puede ser la España vaciada. En el ámbito internacional, hay países de África cuya principal fuente de ingresos es, precisamente, el turismo cinegético. En España, somos receptores de mucho turismo de caza internacional, entre otras cosas, por tener animales que son únicos, como la cabra hispánica.
«Al igual que nos acordamos de la primera novia, nos acordamos de la primera perdiz»
-¿Saldrá reforzado el turismo cinegético de la crisis del coronavirus por permitir el contacto con la naturaleza y la huida de las masificaciones?
-Estamos todos a la expectativa. Hemos pasado encerrados casi un año de nuestra vida y la gente lo que está deseando es salir a espacios abiertos. Se ha comprobado que la vida rural, en el campo y al aire libre, se vio menos afectada por todo esto que la vida en la ciudad.
-Tras el asesinato de dos periodistas que estaban haciendo un reportaje sobre la caza furtiva en Burkina Faso, se comentó que la ausencia de turistas que practican la caza con permisos y de forma regulada había propiciado la proliferación de los que lo hacen ilegalmente. ¿Es eso cierto?
-El furtivismo no es caza, porque el furtivo es un ladrón del campo. A quien roba en un banco no se le llama cliente, se le llama ladrón. La caza legal deja muchos ingresos en los países, porque por cazar determinados animales se paga mucho dinero, y todo lo que vale dinero se cuida. Un ejemplo de por qué la caza regulada es buena para la conservación es lo que ocurre en España con el lobo. Si se llegara a prohibir la caza del lobo, el lobo desaparecería. Parece un contrasentido, pero es que la manera más fácil de acabar con el lobo no es a tiros, sino con veneno. Por desgracia, las personas que viven en el monte, en cuanto les empiecen a atacar el ganado y no les paguen, lo que van a hacer es envenenar. Es triste, pero es así. El oso, antes o después, también habrá que empezar a cazarlo, eso sí, de forma muy controlada. A un oso como el que atacó a una señora el otro día en Asturias o a un oso viejo que ande rondando un pueblo, habrá que cazarlo.
-¿Hay mucho acoso a los cazadores en internet y en las redes sociales?
-El problema es que el anonimato que da una red social permite que cualquier desalmado le haga un ataque a quien quiera, ya sea al colectivo de la caza, al taurino, a los políticos o a cualquiera. Creo que esto habrá que regularlo para que se pueda perseguir a quienes hacen un uso indebido.
-¿Hay una desconexión entre la ciudad y el campo?
-Hay una desconexión muy grande. La vida en el campo es mucho más tranquila y en contacto con la naturaleza. En cambio, hay mucha gente de la ciudad que ha olvidado que el hombre tiene contacto con la naturaleza y que ese contacto es necesario. Me da mucha pena ver que hay colegios de Madrid, donde yo vivo, que llevan a los chavales a una granja escuela para que sepan lo que es un gallina o una vaca. Hay gente que cree que el campo son los jardines de las ciudades o un campo de golf y el campo no es eso. El campo tiene vida y tiene muerte, tiene momentos duros y momentos maravillosos. Está claro que esa desconexión entre ciudad y campo existe y cada vez es más grande.
-Muchos cazadores se sienten desprotegidos por el actual Gobierno.
-Los políticos son especialistas en no mojarse por nadie y no lo digo por este Gobierno, sino por todos los que llevamos en democracia. Ninguno ha apoyado la caza, como tampoco ninguno ha apoyado los toros abiertamente. Parece que ningún político es consciente de que el mayor ecologista es quien está en contacto con el campo, ya sea el cazador o el paisano que va a buscar setas. El que va a cazar no quiere acabar con los animales, querrá que cada vez haya más para que le sea más fácil ejercer su actividad.
«Hay gente que cree que el campo son los jardines de las ciudades o los campos de golf y el campo no es eso»
-¿Cuántos trofeos tiene usted en su casa y cuáles son los más especiales?
-Tengo bastantes, no sabría decir ahora mismo el número. He matado muchísimos animales porque, además, hubo momentos de mi vida en los que trabajaba profesionalmente en la caza y me contrataban para eliminar una serie de números cuando había demasiados. Curiosamente, aunque tengo muchos trofeos de caza mayor, el primero y al que más cariño le tengo es a una perdiz, la primera que maté. Igual que nos acordamos de la primera novia, nos acordamos de la primera perdiz. Los cazadores, cuando colgamos o guardamos un trofeo, es para acordarnos de la cacería, no porque sea mejor o peor.
-¿Tiene también en su colección especies cazadas en otros países?
-He cazado en Europa, en Asia, en África y en América. Cazar ha sido siempre para mí una excusa estupenda para viajar y conocer otros países y culturas.
-En Cinegética podrá verse una exposición de taxidermia con los llamados Cinco Grandes de África. ¿Ha abatido usted a alguno de esos animales?
-Los Cinco Grandes son los cinco animales que, en el siglo XIX, se consideraron los más peligrosos de África: el elefante, el rinoceronte, el búfalo, el león y el leopardo. A esos hay que añadir el hipopótamo, que es el animal que más muertes causa en África. De ellos, yo he cazado al búfalo, al león y al elefante.
-¿Qué tal la experiencia en África?
-África tiene algo muy especial y no son las puestas de sol, como muchos pueden pensar, porque las puestas de sol de España también son maravillosas. Lo especial de África es que casi todos los animales son diurnos, por lo que podemos verlos a cualquier hora del día. En España, la mayoría de los animales son nocturnos o muy del amanecer o del atardecer.
-El león es el rey de la selva y un animal especial por su carácter simbólico. ¿Qué recuerda de su lance con él?
-La caza del león no es especialmente peligrosa. Yo lo he pasado peor cazando en la cornisa cantábrica. La montaña es mucho más peligrosa que cualquier animal. Recuerdo que seguimos las huellas del león y lo encontramos en el cauce de un río. Nosotros estábamos en la otra orilla del río y, cuando estuvimos a la distancia adecuada, le pegamos un tiro sin excesivo riesgo. La verdad es que es mucho más peligroso el elefante de selva, porque vas detrás de él y, cuando te das cuenta, lo tienes a 15 metros. La selva tiene una vegetación muy cerrada, con zonas en las que no entra el sol, y se confunde todo. De todas formas, hay que decir que no hay ningún cazador que sea un suicida, aunque en un momento con la adrenalina disparada se te pueda olvidar algún detalle.