12 noviembre, 2018
En un mundo en el que la experiencia turística prima la personalización y la atención individualizada, el interiorismo cobra singular relevancia. El diseño y decoración de interiores en los negocios de hostelería han evolucionado de forma espectacular en los últimos años y para evaluar de manera apropiada su relevancia nos hemos puesto en contacto con un equipo experto, pf1 Interiorismo. Su directora creativa, Loli Moroño, nos desvela las claves de su trabajo en el que cuentan con una experiencia de 18 años.
Hemos ido creciendo poco a poco. Trabajábamos en el sector desde el año 2000, pero pf1 nació en 2010 y hemos ido incrementando nuestro equipo de colaboradores.
Ha habido un cambio importante porque el sector evoluciona con la demanda. Antes se equipaban los hoteles para que durasen. Se buscaban diseños muy atemporales, para que no pasasen de moda porque lo que importaba es que los establecimientos tuviesen una equipación apropiada y que perdurase, que fuese resistente.
Ahora vivimos en una sociedad de consumo rápido. Se apuesta cada vez más por diseños punteros, que llamen la atención porque el cliente busca cada vez más un hotel por el impacto de una foto, un vistazo rápido a una ficha en internet. Y en eso, el interiorismo juega un papel clave.
Tenemos dos tipologías de clientes. Cuando trabajamos con cadenas hoteleras que lo tienen todo establecido y medido el proceso de trabajo nos viene siempre muy marcado. Hay un contacto inicial y enseguida se nos envía ya un briefing con las ideas que se busca transmitir y unas directrices. Con eso ya hacemos una propuesta de una habitación. Cuando ya está chequeada en todos sus detalles podemos seguir avanzando. Vamos de menos a más, una vez están las habitaciones, es el momento de abordar las zonas comunes.
Lo mejor de este proceso es que vamos trabajando en todo momento conjuntamente con los equipos de la cadena y esto nos facilita muchísimo la labor. Cuanto más profesionalizado es un proceso, mucho más sencillo de abordar es para nosotros.
La otra tipología de cliente es el individual, un empresario o empresaria que no pertenece a una cadena. En ese caso no tienes tantos apoyos, no hay tantas figuras profesionalizadas que intervengan en el proceso y esto siempre nos perjudica porque contamos con menos equipo para realizar el mismo trabajo.
Nuestro equipo no tiene una única línea de diseño. No podemos tenerla porque siempre nos tenemos que adaptar a las necesidades y gustos de nuestros clientes, así que estamos en continuo proceso de cambio. El encontrarnos con un proyecto como este entre manos fue todo un regalo.
Por un lado, por supuesto, están las limitaciones que existen legalmente. Con un proyecto de estas características tenemos que adaptarnos a una normativa muy estricta con unas exigencias muy claras. Pero, sin embargo, por otro lado, cuando trabajas en un proyecto así sabes que el resultado, si se trabaja bien, puede ser espectacular.
En este caso, para nuestro equipo, el reto principal era trabajar resaltando en todo momento la singularidad del edificio y del espacio en el que está ubicado.
Hotel en Faro Punta Pancha, foto de Iván Casal Nieto
Desde luego, el confort es importante, pero los clientes valoran también la operatividad de los espacios. No podemos olvidarnos nunca de cuáles son las necesidades del público objetivo del hotel para el que trabajamos. Por ejemplo, si es un espacio que van a utilizar viajeros de negocio necesitarán buena luz y un espacio de trabajo adecuado, pero si es un espacio destinado al relax las necesidades son otras. Nunca podemos dejar esas necesidades de lado.
Tienes que adelantarte a esa necesidad y ponerte en el lugar de los clientes y eso puede ser difícil. El sector va tan rápido que es algo imposible de hacer. Por eso sería fantástico poder volver a trabajar sobre proyecto ya ejecutados para poder pulir todos los detalles una vez está en marcha.
Si entramos desde el principio, desde el embrión del edificio, pueden ser entre dos y tres años. Antes de empezar la obra pasas unos días estudiando el lugar, la ciudad, el entorno del edificio. Luego ya llega una fase en la que viajas al lugar del proyecto cuando es necesario y al final ya tienes que trasladarte y montar tu «campamento base» en la obra para supervisar todos los detalles y que nada se pase por alto.
Pero, por otro lado, sucede algo que no siempre se entiende desde las empresas hoteleras y es que los espacios tienen vida propia. Tú diseñas un espacio pensando en crear un salón social y, con el paso del tiempo, ese espacio acaba destinado a otro fin, Es algo que se va gestando poco a poco, algo que deciden los clientes por circunstancias ajenas a ti y a la empresa. Un ruido, la cobertura del móvil, etc.
Este tipo de evoluciones suceden continuamente y en ese momento deberíamos poder volver a intervenir en el proyecto para adaptarlo a ese nuevo uso. Sin embargo, las empresas hoteleras siguen sin entenderlo.
Hotel Lux, en Santiago, foto de Óscar Corral
Cada obra reclama un material distinto, pero hay unas tendencias claras en el mercado. En plena crisis económica se retiraron muchas referencias del mercado y han ido apareciendo muchas nuevas.
Ahora lo más trendy es utilizar materiales insospechados. Dar nuevos usos a materiales tradicionales. Sorprender. Hace poco, por ejemplo, en una feria vimos unos grandes pilares revestidos totalmente de mimbre de manera que parecían grandes botijos. La descontextualización de materiales es la nueva tendencia.
Cualquiera lo suficientemente loco en cualquier lugar del mundo. El más alocado y arriesgado de todos.