30 diciembre, 2019
PABLO LÓPEZ /
El pueblo de Belchite, testimonio de una de las batallas más cruentas de la Guerra Civil, ha batido su propio récord de visitantes, al recibir más de 40.000 durante este año. Tras el éxito, además del simbolismo que atesora como muestra de una historia que nunca debería repetirse, está el éxito de las visitas guiadas que, tanto de día como de noche, organiza el Ayuntamiento.
“Es la primera vez que superamos esa cifra. Estamos muy contentos del interés que sigue despertando nuestro patrimonio histórico y con la respuesta de la gente a las iniciativas turísticas que desarrollamos. Además, las percepciones y comentarios tras las visitas guiadas con generalmente positivas”, explica el alcalde de Belchite, Carmelo Pérez.
El regidor se muestra orgulloso de la fórmula establecida para las visitas, que deben concertarse con antelación. “La apuesta del Ayuntamiento por fomentar el turismo de calidad es constante: desde 2013 se organizan las visitas guiadas al Pueblo Viejo, al que hasta entonces se podía entrar de manera libre y sin control. Se necesitaba organizar los accesos, tanto por motivos de seguridad como por la puesta en valor que requería nuestro patrimonio”, resalta Pérez.
Pocos lugares hay en España que reflejen los horrores de la guerra como Belchite, un pueblo fantasma con edificios completamente derruidos y lleno de escombros en el que algunos aseguran haber visto apariciones espectrales y haber escuchado los gritos de desesperación y dolor de las víctimas de la confrontación fratricida que tiñó el país de sangre entre 1936 y 1939.
El apocalipsis se desató sobre la localidad de Belchite entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937. La ubicación del pueblo lo convirtió en una posición estratégica dentro de Aragón, uno de los principales escenarios del conflicto al hallarse dividida esta región en dos territorios, cada uno de ellos ocupado por uno de los bandos en litigio.
Belchite y la mayoría de su población eran partidarios del bando sublevado y el Ejército Popular de la República se marcó la toma de la villa como un objetivo prioritario. Los soldados del bando nacional y los vecinos estaban bastante bien aprovisionados y disponían de fortificaciones defensivas bien distribuidas, lo que obligó a los republicanos a emplear todos sus recursos de destrucción, aviación incluida, y a combatir calle a calle y casa por casa.
Es frecuente que las casas, los pueblos y los parajes que han quedado marcados por la tragedia y la muerte sean fuente de todo tipo de leyendas. Los espectros de dos mujeres vestidas de negro, las psicofonías con gritos desgarradores grabadas por algunos visitantes curiosos y una iglesia en ruinas en la que algunos turistas se quedaron sin batería en su móvil de forma abrupta son solo algunos de los eventos misteriosos e inexplicables sucedidos en el vetusto pueblo fantasma.