18 febrero, 2020
PABLO LÓPEZ /
¿Pueden las medidas para evitar la masificación del turismo en los destinos más saturados entrar en conflicto con la protección de la intimidad de las personas? El plan para controlar a sus visitantes mediante 34 cámaras repartidas por las zonas de mayor afluencia de la ciudad que pondrá en marcha la ciudad de Venecia ha vuelto a poner sobre la mesa el conflicto entre vigilancia y privacidad.
Aunque los responsables del Ayuntamiento recalcan que no se captarán las caras de los transeúntes, lo cierto es que quienes pongan un pie en la ciudad de los canales estarán más vigilados que nunca. Además, el sistema de videovigilancia empleado para transmitir las imágenes de las cámaras a un centro de procesamiento de datos interactuará con los teléfonos móviles y podrá, por tanto, identificar a los propietarios de los mismos.
“Hay 34 cámaras ubicadas en puntos estratégicos de la ciudad, colocadas en círculos concéntricos alrededor de los destinos favorecidos por los principales flujos turísticos”, explicó a los medios italianos la concejal de Turismo de Venecia, Paola Mar.
Las cámaras no solo servirán para contabilizar la cifra de turistas, sino también para conocer sus hábitos, al recoger cómo se mueven, qué puntos frecuentan con mayor asiduidad y cuáles son los monumentos que más visitan.
La colocación de las cámaras no es la única medida con la que Venecia pretende controlar la llegada de turistas, que ha llegado a poner en riesgo la sostenibilidad de la propia ciudad. La implantación de una tasa que deberá abonar todo aquel que entre en la urbe o las limitaciones a la creación de nuevos negocios de alojamiento son otras de las iniciativas para combatir la masificación.