11 marzo, 2022
En la sociedad de lo políticamente correcto nada está libre de suscitar polémica, ni siquiera la inocente idea de dedicarle una estatua al gorila albino Copito de Nieve, que fue hasta su muerte uno de los animales más queridos del zoo de Barcelona. La idea de honrar la memoria de ese ejemplar único con una estatua se topó con la oposición del Ayuntamiento de Barcelona que, a través a una misiva, rechazó la propuesta, que había lanzado una empresa y que había cosechado cerca de 40.000 firmas en la plataforma Change.org, por considerar que suponía blanquear, nunca mejor dicho, el imperialismo colonial.
“A pesar de que la figura de Copito puede resultar amable y despertar nuestra empatía, en el fondo fue resultado del colonialismo en Guinea Ecuatorial”, expone el Gobierno local de la capital catalana para sorpresa e indignación de los muchos vecinos de la ciudad que no entienden qué tiene que ver el inocente y simpático gorila con el sometimiento de África por Europa.
La propuesta de levantar una estatua que representara a Copito y que dotarla incluso de movimientos y gestos gracias a la tecnología tiene como justificación, precisamente, el hecho de que el animal siempre representó, durante las casi cuatro décadas que residió en el zoológico barcelonés, un símbolo de concordia.
“Tenemos muchas calles y estatuas de generales, guerras, políticos… ¿Y por qué no una de Copito de Nieve?”, recoge el texto de la campaña de recogida de firmas a través de Change.org.
Esta polémica todavía no ha vivido su último capítulo, pues el Ayuntamiento de Barcelona deja abierta la puerta a que se homenajee a Copito de Nieve de una forma diferente y el Partido Popular ha solicitado la comparecencia de la persona o personas que tomaron la decisión de vetar la estatua.
Unos agricultores de Guinea Ecuatorial encontraron a Copito de Nieve cuando todavía era una cría y después de haber matado a su madre, una hembra que se comía sus cultivos de plátanos y café. Uno de ellos, Benito Manié, se llevó a su casa la cría, a la que llamaban Nfumu Ngui (gorila blanco en lengua fang), para, cuatro días más tarde, ofrecérsela a Jordi Sabater Pi, entonces conservador del centro de Ikunde.
Tras vivir numerosas peripecias, con una portada de la revista National Geographic dedicada a él incluida, el gorila, ya con su nuevo nombre de Copito de Nieve, llegó al zoo de Barcelona. Allí, ya acostumbrado a convivir con los humanos y a la vida lejos de la selva, no tardó en ganarse la simpatía de los visitantes y la admiración de los científicos, que jamás habían visto un gorila albino hasta que él apareció.